ANALES OFTALMOLÓGICOS Tomo VII • Vol. VI • N˚2 • 2020 • Santiago - Chile Otro examen que se ha vuelto útil en el diagnóstico y en el seguimiento de estos pacientes son las imágenes de AGF de campo amplio, que nos permiten una mejor visualización de la periferia donde frecuentemente podemos encontrar signos de actividad de la enfermedad1. La vasculitis retiniana da como resultado fugas que conducen a inflamación retiniana, exudación y edema macular, siendo este último un factor importante que contribuye a la mala visión en estos pacientes2. La fuga de fluoresceína visible la AGF se debe a una disrupción de la barrera hematorretiniana interna, que generalmente se acompaña de otros signos de inflamación intraocular como la infiltración de leucocitos en el vitreo, cámara anterior, retina y coroides3. También laAGFnos sirve para determinar la presenciadeáreasde isquemia ydeneovascularización en caso de estar presentes3. La fuga en los vasos retinianos periféricos se ha documentado en hasta el 42% de los pacientes con vasculitis retiniana y uveítis anterior, 44%de los cuales no tenían enfermedad clínicamente activa. Además, esmás frecuente encontrar EMcuando encontramos estas fugas vasculares periféricas1. Por lo tanto, la fuga vascular periférica aislada produciría una mayor prevalencia de pacientes clínicamente activos y estarían más propensos a complicaciones como EM y fuga en el disco óptico3. Se necesitan aún más trabajos para evaluar la importancia de estas fugas periféricas en el pronóstico y en el seguimiento de estos pacientes. Cambios tardíos secundarios a isquemia y remodelación vascular incluyen telangiectasias, microaneurismas, neovascularización, hemovítreo recurrente, desprendimiento de retina traccional, neovascularización iridiana y glaucoma neovascular. Peseaqueestascomplicacionessonmás frecuentesen el contexto de una vasculitis oclusiva que produzca una isquemia importante, la neovascularización retiniana puede ser inducida por inflamación en ausencia de isquemia y puede retroceder en forma importante en respuesta a la terapia inmunosupresora2. Con respecto al tratamiento, las opciones terapéuticas serán determinadas por la causa de la vasculitis y su gravedad. En el contexto de una infección debe tratarse la causa subyacente y en el contexto de patología autoinmune la inmunosupresión y manejo correspondiente. En la mayoría de los casos, se iniciará terapia con corticoides tópicos y sistémicos y posteriormenteunantimetabolito como elmetotrexato antes de tener que avanzar a una terapia biológica. Se debe tener siempre presente que frente a una falta de respuesta al tratamiento se debe considerar la posibilidad de un enmascaramiento secundario a una infección no pesquisada o alguna enfermedad neoplásica3. Conclusión La vasculitis retiniana es una patología que constituye todo un desafío diagnóstico para el oftalmólogo. Sus variadas etiologías, fisiopatología aún poco clara y su capacidad de afectar rápida y gravemente la visión del paciente, hacen que con los conocimientos actuales se tenga que actuar de manera oportuna manejando a cabalidad los signos clínicos y diagnósticos diferenciales. La tabla 3 nos entrega una aproximación útil para orientar nuestro estudio, mostrándonos las patologías relacionadas con sus hallazgos oftalmoscópicos correspondientes. Los avances en imágenes, inmunología y genética nos ayudarán en un futuro a conocer mejor la etiología de esta enfermedad. Por ahora, hay que esperar más estudios que nos permitan seguir aclarando su comportamiento y sus causas.
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