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molar inferior, y sin afección del seno maxilar,

lo que lo hace prácticamente único o muy

poco común dentro de los casos reportados

en la literatura. Los pacientes sin una sinusitis

obvia deben someterse a la búsqueda de otro

foco de infección, realizándose el examen

dental para descartar la presencia de un

cuerpo extraño oculto. Se debe examinar

el saco lagrimal intentando obtener reflujo

de material purulento para descartar la

dacriocistitis. De no encontrarse foco de

infección deben realizarse exámenes de

mayor complejidad para descartar condición

de inmunosupresión.

(8)

La patología dental como la fuente de partida

del absceso subperiostico orbitario aquí

presentada, a diferencia de la mayor parte

de los abscesos, hace que la penetración

antibiótica haya sido subóptima ya que es

un espacio relativamente avascular, en el

que los microorganismos están secuestrados,

por esta razón un absceso subperiostico

orbitario con frecuencia requiere de una

acción quirúrgica agresiva antes que la

observación de la respuesta antibiótica por

varios días.

(9)

Analizando las posibles vías de diseminación

de la infección en éste caso en particular,

encontramos que el tercer molar inferior

derecho tiene una relación directa con la

inserción fija del músculo buccinador, siendo

ésta la cresta alveolar de los molares inferiores

y la línea oblicua externa de la mandíbula,

el músculo se relaciona hacia atrás con el

ligamento pretigomaxilar o aponeurosis

buccinatofaringea, ésta aponeurosis se

relaciona íntimamente con la aponeurosis

cervical superficial, por medio de la celda

submandibular la que se continua por detrás

con la fascia parotídea y por delante con la

aponeurosis del músculo buccinador, es así

entonces como a través de éstos espacios la

infección se pudo diseminar hasta el espacio

parafaríngeo por debajo del hueso hioides.

Hacia la órbita se pudo diseminar a través

de dos mecanismos; el primero por la

relación entre el músculo buccinador con

la vena facial y vena angular las que se

comunican en la región del canto medial, y

se anastomosan con las venas supratroclear y

supraorbitaria, el otro mecanismo es a través

de la fosa pterigopalatina, la que se encuentra

inmediatamente por debajo del vértice de la

órbita y comunica varios espacios entre sí,

pudiendo facilitar la extensión de procesos

patológicos, se comunica superiormente con

la órbita a través de la parte posterior de la

hendidura esfenomaxilar, lateralmente con la

fosa pterigomaxilar, medialmente el espacio

se comunica con las fosas nasales y con la

cavidad oral a través del surco palatino mayor,

contiene el segmento pterigopalatino de la

arteria y vena pterigomaxilar, ésta última

forma parte del plexo venoso pterigomaxilar,

el cual está formado por las anastomosis de

las venas pterigoideas, temporales profundas,

meníngeas, maseterianas y dentarias inferiores

,éste plexo confluye en la vena oftálmica

inferior, que alcanza la órbita mediante la

hendidura esfenoidal

(10)

(véase Figura 1), éste

último mecanismo es el más aceptado por

los autores, como medio de diseminación.

Algunos de los signos observados en el caso

reportado, fueron aumento de volumen

progresivo desde la región submandibular

y malar hasta la región periocular derecha,

exoftalmos con oftalmoplegía, eritema y

fluctuación dolorosa, afectación del estado

general y fiebre. Se le realizó scanner que

demostró un absceso cervical con extensión

supramaxilar y se eliminó la posibilidad de

compromiso del seno maxilar derecho.

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Atrófia óptica