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Mayo
2012.
Volumen
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°
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hallazgos clínicos son convincentes, ya que la
alta frecuencia de falsos negativos (apéndice
retrocecal, perforado, o compromiso sólo del
extremo distal) podría resultar en retraso del
tratamiento. El principal papel de la ecografía
es en los casos en los que la valoración clínica
repetida y la ecografía pueden aportar información
complementaria para decidir si es necesario un
tratamiento quirúrgico. Cabe destacar por lo tanto,
que el criterio clínico predomina sobre los
hallazgos ecográficos a la hora de decidir el alta o
la indicación quirúrgica de un paciente
(4,6,12)
.
TOMOGRAFÍA AXIAL COMPUTARIZADA
La tomografía computada (TC) es una técnica de
imágenes, con un grado menor de operador-
dependencia, de moderada complejidad y con un
buen rendimientodiagnósticopara todo el espectro
de manifestaciones de la enfermedad; y que si
bien en la actualidad se encuentra ampliamente
disponible, su costo es muchísimo mayor lo que
limita su uso en determinados centros
(5,10,12)
. Ha
demostrado un mejor rendimiento diagnóstico que
la ecografía, reportándose una Sensibilidad de
90-
100
%, Especificidad de
91-99
%, Valor predictivo
positivo de
92-98
% y Valor predictivo negativo de
95-100
% para el diagnóstico de apendicitis
(5,7)
;
por lo que sería un mejor examen para confirmar
y a la vez descartar esta patología.
Los signos más relevantes en la TC son un diámetro
apendicular mayor de 6 mm., el engrosamiento de
la pared, la presencia de un apendicolito, alteración
de lagrasapericecal, líquido libre, linfoadenopatías,
engrosamiento de la pared del intestino vecino
y la presencia de aire o colecciones
(1,11)
.
La utilización de medios de contraste (oral e
intravenoso), aumenta el rendimiento diagnóstico
debido a que permite una mejor valoración de los
procesosinflamatorios,isquémicosyneoplásicosdel
abdomen que podrían simular una apendicitis
(2,5)
.
Lo anterior se encuentra ampliamente estudiado
en la población adulta, no así en la pediátrica,
por lo que no existe un consenso formal en
la indicación de contraste en esta población.
Además la utilización de estos, encarece el
costo del examen y en niños debe asociarse a
sedación, lo que podría incrementar el riesgo de
reacciones adversas
(2,11)
. Se debe tener en cuenta
además que la distribución de la grasa peritoneal
es distinta en adultos y niños, lo que también
afectaría esta modalidad diagnóstica
(1)
.
Además la TC es el método de elección para
estadificar la extensión del proceso inflamatorio
e identificar abscesos, flegmones y eventualmente
guiar un drenaje percutáneo (avances en el manejo
de complicaciones postoperatorias vía radiología
intervencional)
(5)
.
Sin embargo su uso debe ser restringido sólo a
los casos en donde la duda diagnóstica persiste,
ya que si bien su disponibilidad ha aumentado,
es un examen que no está disponible en forma
rápida en el sistema público, su costo es alto
(10)
y se expone al paciente a una dosis no menor
de radiación ionizante (que incluso en algunos
equipos puede ser equivalente a más de
100
radiografías de tórax)
(8)
. Lo anterior constituye un
tema bastante controversial en la literatura actual
ya que si bien no existen estudios prospectivos
que muestren una relación clara entre la TC
y el desarrollo de un cáncer posterior, existe
evidencia clase III que propone que cerca de
un tercio de los pacientes que se realizan una
TC de abdomen, se realizan al menos otras
2
o
3
TC en el curso de su vida
(8,12)
. Esto adquiere