Salud y nutrición
Deficiencia de vitamina B12 en el adulto mayor y el reconocimiento de sus síntomas más sutiles
Los médicos T. Dharmarajan, G. Adiga y E. Norkus, todos del “New York Medical Collage”, Valhalla, NY (USA), publican un completo apartado en la revista Geriatrics sobre las causas, las características clínicas, el diagnóstico y finalmente, el tratamiento de la deficiencia de la vitamina B12 en el adulto mayor. Para ellos, la falta de vitamina B12 es muy común y poco reconocida durante la edad adulta, pero aún así, posteriormente es de fácil trato en la adultez mayor.
La carencia de la vitamina B12 es bastante evidente en la vejez, cuya prevalencia varía del 3 al 40%. Hasta un 25% de los adultos mayores que son hospitalizados tienen una deficiencia clara o límite de B12. Esta vitamina ejerce su efecto fisiológico sobre dos vía enzimáticas importantes: la conversión de la homocisteína a metionina y la conversión de la metilmalonil coenzima A (CoA) a succinil-CoA. La interrupción de cualquiera de estos caminos por una falta de vitamina B12, causa un aumento de los niveles séricos tanto del ácido metilmalónico (AMM) como de la homocisteína. Mientras que la homocisteina elevada es probablemente vasculotóxica y neurotóxica, el AMM alto puede explicar las manifestaciones neurológicas debido a la deficiencia de B12. En general, las complicaciones van desde la letargia y pérdida de peso hasta la demencia, en casos más extremos.
Actualmente en Estados Unidos, se recomienda incluir en la dieta y/o en los preparados multivitamínicos un rango de 2.4 μg hasta 30 μg por día. El promedio diario consumido en la dieta normal es desde 5 a 30 μg, de los cuales sólo entre un 1 a 5 μg son realmente absorbidos. Como fuentes alimenticias de la vitamina B12 se encuentran los huevos, la carne, las aves, los mariscos y la leche y sus derivados. La vitamina B12 no se encuentra presente en los alimentos de origen vegetal, por tanto las personas vegetarianas corren el riesgo de desarrollar déficit para esta vitamina. A pesar de la presencia de suficiente vitamina B12 en la dieta media, la deficiencia sigue siendo una contingencia porque su absorción exige un camino complejo que implica varios pasos en diversos lugares a lo largo del aparato gastrointestinal.
Debido a que el requisito diario para la B12 es pequeño y el organismo puede almacenarla adecuadamente, su deficiencia clínica toma varios años para concretarse, la cual puede ocurrir debido a variadas razones, tales como, mecánicas (por una inadecuada ingestión, por alcoholismo crónico y por ser vegetariano), absorción inadecuada (gastritis, gastrectomía, intestino pequeño, resección intestinal, malabsorción, enfermedad de Crohn’s, pancreatitis cronica y gastritis por H. pylori), utilización inadecuada de medicamentos, interacción con drogas (malabsorción, inactivación metabólica y malabsorción de la alimentación). Estas causas se enfatizan o acrecientan en los más viejos.
Para prevenir la deficiencia, todos los pacientes a la edad 50 años deberían ingerir alimentos fortificados (cereales, lácteos, pescados), suplementos, o ambas variantes. Varias opciones de tratamiento están disponibles, preparaciones farmacéuticas para administración por vía oral, intramuscular, intranasal o sublingual. El manejo tradicional implica la administración intramuscular diaria de vitamina B12 (100 a 1.000ug) por 3 a 7 días, seguido por inyecciones mensuales o trimestrales, siendo la respuesta clínica al reemplazo generalmente rápida y los síntomas neurológicos pueden recuperarse totalmente con el tratamiento oportuno. Una vez iniciado el reemplazo de B12, este debería continuar de por vida.
Finalmente, según los autores, la naturaleza insidiosa y las innumerables manifestaciones de la falta de vitamina B12, hacen que su diagnóstico sea un desafío para los médicos de atención primaria. Un estudio anual de las personas que tengan más de 65 años permitiría detectar declinaciones de la vitamina B12, aparentemente de menor importancia, de tal modo que proporcionaría las oportunidades correspondientes para su prevención, así como, las opciones adecuadas para su terapia.
Fuente bibliográfica
Geriatrics 2003; 58 (3): 30-37