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Guías de Práctica Clínica en Pediatría

inducido con mayor frecuencia a apoyarse en una evaluación por imágenes, para descartar o

diagnosticar oportunamente un proceso expansivo intracraneano (tumor o anomalía vascular)

e incluso intoxicaciones crónicas (sobredosis de vitamina A o D, plomo, arsénico). Muchas

veces las manifestaciones asociadas como vómito, síndrome atáxico o convulsivo, son tardías.

En ocasiones, el pediatra se ve enfrentado a un niño alegre y con desnutrición, lo que pudiera

corresponder a un contrasentido, sin embargo el tumor hipotalámico es una posibilidad digna

de tener en consideración.

En Chile, la práctica rutinaria de radiografía de caderas alrededor de los 3 meses de edad,

ha desplazado la investigación semiológica de la displasia de caderas, olvidando incluso ya los

términos de subluxación, luxación o luxación inveterada de caderas. La mínima sospecha

clínica, la existencia de anomalías ortopédicas relacionadas o su antecedente familiar obligan

a anticipar el estudio radiológico o a recurrir (si las condiciones lo permiten), a la

ultrasonografía de caderas que permite un diagnóstico más preciso y precoz.

En lo que respecta a dolor abdominal crónico, las parasitosis en los niveles

socioeconómicos con mayor saneamiento ambiental son infrecuentes, requiriendo una anam-

nesis muy exhaustiva que permita evaluar el componente funcional y causas orgánicas. La

solicitud apresurada de exámenes de laboratorio e imágenes, nuevamente puede inducir a

confusión al clínico. Con mayor frecuencia de la deseable, al médico pediatra se le olvida

efectuar un cuidadoso examen de la pared abdominal, cayendo en la tentación de solicitar

exámenes de alta complejidad y costo o incluso en diagnósticos infrecuentes cuando la causa

del dolor puede ser tan solo una hernia supraumbilical o de la línea media. Asimismo, una

situación de estrés derivada de conflictos en la familia o colegio puede ser fácilmente

identificable en la anamnesis.

Del mismo modo, cuando en el grupo familiar del niño en consulta, existen pacientes de

riesgo (hermano u otro familiar con enfermedades oncológicas, inmunodeficiencias, fibrosis

quística), el médico pediatra debe ser en extremo cuidadoso en su interpretación clínica y en la

mayor necesidad de apoyarse en exámenes de laboratorio en caso de duda diagnóstica, e

incluso la solicitud de evaluación por otros especialistas (particularmente infectólogos) si las

condiciones lo permiten, dada la repercusión que ello pudiera tener. También es de la máxima

prudencia informar a sala cuna o jardín de situaciones de riesgo y la notificación

epidemiológica si corresponde.

En aquellas situaciones en que el médico pediatra se ve enfrentado a un posible trastorno

genético o anomalía cromosómica, debe recopilarse todos los antecedentes necesarios

(antecedentes familiares, fallecimientos de causa conocida y no precisada, antecedentes

prenatales, exposición a medicamentos, drogas, tóxicos, irradiación, curso del embarazo,

síntomas de aborto, características del parto y aspecto de la placenta). Con frecuencia dicha

información es fundamental en la orientación diagnóstica, por la existencia de factores de

riesgo. En algunas circunstancias la evaluación de la placenta puede permitir sospechar una

sífilis congénita o incluso una diabetes. Recopilados dichos antecedentes, el examen físico

debe estar orientado a la búsqueda de malformaciones menores y mayores, no siempre

evidentes al examen físico y que pueden aparecer con mayor claridad semiológica (en el caso

de un recién nacido), semanas o meses después del nacimiento. La presencia a la inspección

clínica de hipotonía, ausencia de segmentos corporales (amelia, focomelia, agenesias muscu-

lares, alteraciones articulares) pueden ser hallazgos semiológicos muy importantes, aunque

algunas noxas ambientales pueden producir embriopatías tempranas difíciles de diferenciar

con trastornos genéticos (ej.: síndrome de Roberts y embriopatía por talidomide;

osteocondrodisplasias y efecto fetal de la warfarina). Particularmente la fascie del niño puede

inducir a confusión entre rasgos familiares, factores étnicos, malformaciones menores o

estigmas genéticos. Ello es especialmente importante en algunas patologías como