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capítulo 2: Semiología

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cante de Meckel o conducto onfalomesentérico. La presencia de eritema periumbilical, secreción

purulenta y mal olor son casi confirmatorios de una onfalitis, que puede diseminarse rápidamente

a través del torrente sanguíneo. La posición horizontal del abdomen en el período de lactancia se

traduce en mayor protuberancia después del amamantamiento. La capacidad inicial del estómago

neonatal es de 30 a 90 ml, aunque con alimentación al pecho materno el vaciamiento gástrico

suele ser casi instantáneo y en la etapa de lactante a 210 hasta 360 ml hasta llegar a 500 ml a los

dos años y 750 ml en el adulto. El abdomen debe ser examinado minuciosamente en los controles

médicos y con mayor énfasis cuando hay síntomas gastrointestinales, fiebre o tos. Clásicamente

se ha conservado la sana costumbre de ir a la inspección, palpación, percusión y auscultación, sin

olvidar la zona rectal si hay señales de su compromiso. La pérdida de la protuberancia abdomi-

nal en el RN induce a sospechar hernia diafragmática o atresia intestinal alta. El diagnóstico de

estenosis hipertrófica del píloro, suele no ser difícil si se tiene las siguientes consideraciones: sexo

masculino, vómito no bilioso “en volcán” a comienzos de la tercera semana de vida, apetito con-

servado o incrementado y ruidos hidroaéreos presentes en relación a la cámara gástrica (incluso

el peristaltismo gástrico puede ser visible a la inspección). Una palpación cuidadosa y esmerada

del abdomen del RN o lactante puede permitir la palpación del hígado, bazo e incluso riñones en

condiciones normales. Excepcionalmente puede haber una importante distensión dolorosa del

abdomen, debiendo sospechar una peritonitis o enterocolitis necrosante. Al contrario, un abdo-

men fláccido, sin evidencia de músculos rectos abdominales, deben inducir a la sospecha de un

síndrome de Prunne Belly, que se acompaña en el 100% de los casos de severas anomalías rena-

les. En el período neonatal inmediato la tríada de oligoamnios severo, facies de viejo y anomalías

ortopédicas debe hacer sospechar la tétrada de Potter, que se acompaña siempre de agenesia

renal e hipoplasia pulmonar incompatibles con la vida. La palpación abdominal del niño mayor

suele verse dificultada por sensación de cosquilleo en el niño, ayudando en estos casos el examen

con flexión parcial e iniciando con la auscultación. El examinador debe estar atento a pequeños

cambios en la facies del niño, indicadoras de dolor, dado que habitualmente se está frente a la

sospecha de una apendicitis (con menor frecuencia una pancreatitis). La palpación de hígado o

bazo puede orientar a alguna de las numerosas causas de visceromegalia, incluidas enfermedades

infecciosas, de depósito y oncológicas. Mayor precaución al examen clínico abdominal en antece-

dente de trauma, evaluando la posibilidad de hematoma visceral (hígado, bazo, riñón, intestino)

o compromiso pancreático, en cuyo caso la demostración de un signo de Mayo-Robson positivo

(dolor a la percusión del ángulo costofrénico izquierdo) obliga a efectuar la mejor imagen de ab-

domen. La actual disponibilidad de diversos métodos diagnósticos complementarios por imágenes

(ecografía, escáner, resonancia nuclear) está permitiendo un mejor y más oportuno diagnóstico

del abdomen agudo en el niño.

Genitales

El examen genital no está exento de margen de error desde el período de RN, debiendo revi-

sarse detenidamente el pene, los testículos y los anillos inguinales en el varón; y el clítoris, labios

menores y mayores, himen, orificio vaginal, uretral y anillos inguinales externos en las niñas. Oca-

sionalmente un examen poco minucioso puede inducir a una

asignación apresurada y equivo-

cada de sexo

, con todas las dificultades emocionales y legales que ello origina. El examen genital

contribuye a mayor precisión de la edad gestacional. Algunos días después del nacimiento puede

observarse la pérdida de un flujo blanquecino, a veces con sangre y que forma parte de la crisis

estrogénica. En el varón, el prepucio puede no retraerse y mantener esta condición por algunos

años. Es importante no insistir en decapullar el glande ya que corresponde a una condición fisio-

lógica, además de ser inoficioso y puede ser traumático. Desde el momento del nacimiento debe

prestarse especial atención a la existencia de hipospadia, epispadia y criptorquidia, que además

de contraindicar la circuncisión, pueden orientar a un síndrome genético o cromosómico. En el

período de lactante y niño mayor puede encontrase diversas anomalías físicas menores: Derma-

titis zona de pañal, balanitis de diversas causas (circuncisión, ejercicios de prepucio), testículo no

descendido, orquitis, torsión testicular (urgencia pediátrica). En lactantes niñitas, es frecuente el

hallazgo no percibido por la madre de adherencias o sinequia de labios menores, cuyo diagnóstico

tardío puede ser causa de infección urinaria y dificulta el tratamiento. La presencia de secreción