Trastornos tromboembólicos
Trombosis venosa profunda y viajes aéreos: una combinación potencialmente peligrosa
Dado el aumento en las estadísticas mundiales respecto de la cantidad de personas que realizan viajes aéreos, es importante considerar eventuales efectos físicos riesgosos sobre los pasajeros. Sólo en 1.999 cerca 2.000 norteamericanos murieron a consecuencia de un evento vascular relacionado con una trombosis venosa profunda lo que ha generado una nuevo problema de salud pública.
Hospitales y aeropuertos internacionales señalan estadísticas alarmantes, por ejemplo, aproximadamente 400 personas al año llegan al aeropuerto de Sydney en Australia sufriendo de trombosis Venosa Profunda (TVP) y por lo menos una muere cada mes a los pocos minutos de haber aterrizado en el aeropuerto de Heathrow, Reino Unido, por un problema de este tipo. Un hospital cerca de un aeropuerto británico recibe aproximadamente a 10 pacientes por mes que están experimentando problemas relacionados con el viaje aéreo. Los médicos del hospital de Ashford en Londres, quienes tratan a los pacientes llegados del aeropuerto de Heathrow, señalan que más de 2.000 personas mueren de trombosis venosa profunda cada año en Gran Bretaña.
Es por lo anterior que la Dra. Kay Ball publica en la revista médica AORN journal editada por la “Association of Operating Room Nurses” un artículo que describe ampliamente las causas y factores de riesgo para la trombosis venosa profunda, señalando estrategias preventivas y recomendaciones para un viaje aéreo más seguro.
La trombosis venosa profunda no es peligrosa por sí misma, pero las complicaciones pueden ocurrir cuando se generan coágulos, los cuales pueden tardar días e incluso semanas en disolverse luego de su formación. Cuando un TVP se forma, este se mueve tan lentamente que puede formar un coágulo sólido y fijarse en una vena. La obstrucción más seria es una embolia pulmonar que ocurre cuando el émbolo alcanza el sistema pulmonar y no puede pasar o disolverse.
Ya en 1940, la revista Lancet publicaba un artículo que documentaba sobre un aumento en la incidencia mensual de embolía pulmonar entre la gente que pasaba períodos prolongados en el aire. Catorce años más tarde, la inmovilidad producida por recorridos en aeroplanos fue divulgada por estar asociada directamente a tromboembolismos venosos. Si bien, la asociación entre la incidencia de TVP y los viajes aéreos había sido documentada científicamente, estas ediciones no parecían levantar mayor preocupación, hasta que en 1977, dos investigadores británicos identificaron a ocho pacientes con embolia pulmonar -de una cohorte de 182 personas- que se había producido poco después de recorridos prolongados. El síndrome de la clase turista es técnicamente un término inadecuado, ya que las muertes también se han presentado en pasajeros sentados en las denominadas secciones “primera clase” y “bussines”.
En 1986, investigadores encontraron que un 18% de muertes repentinas entre viajeros que aterrizaban en el aeropuerto de Heathrow, durante un período de tres años, fueron causadas por embolia pulmonar. Doce años más tarde, otros investigadores repasaron los expedientes médicos de 134 pacientes con embolia pulmonar y encontraron que un viaje aéreo, por cuatro o más horas en un plazo de 31 días, se trasformaba en el factor de riesgo más común para el trombo embolismo venoso (en el 50% de los casos), pero es en los años 90 cuando se hace una relación definitiva entre el transporte aéreo y la formación de coágulos.
En el año 2001 se concluyó que el recorrido aéreo es un factor de riesgo definido para la embolia pulmonar, ya que un estudio médico había encontrado que 56 personas de 135,3 millones de pasajeros que aterrizaron en el aeropuerto francés Charles de Gaulle, en París, durante un período de los 86 meses, experimentaron embolia pulmonar al final o inmediatamente después de su vuelo. Además, se demostró que la frecuencia de embolia pulmonar entre los que viajaron más de 5.000 kilómetros era 150 veces mayor que los que viajaron menos de 5.000 Km.
Entre los signos y factores de riesgo a tener en cuenta, según la Dra. Ball, estarían, hinchazón repentina de las extremidades más bajas, venas superficiales de las piernas más visibles, decoloración, piel más cálida al tacto alrededor del área de la TVP y dolor en la pierna. Los síntomas de una embolia pulmonar incluirían sudorización, palidez repentina, dolor de pecho persistente y disnea. Muchos estudios han observado que entre un 70% y un 90% de quienes han experimentado una embolia pulmonar tienen condiciones asociadas o factores de riesgo que incluyen el cáncer, la obesidad, venas varicosas y antecedentes familiares.
Por último respecto del tratamiento y prevención, los especialitas señalan que el objetivo principal es disolver rápidamente el coágulo y evitar que se formen otros. El manejo con anticoagulantes permite que la sangre fluya más fácilmente, por ejemplo, altas dosis de heparina administradas vía IV o warfarina administrada oralmente. Interesante resulta la recomendación de utilizar medias o calcetines elásticos para prevenir la formación de trombos, destacándose como uno de los métodos más efectivos, cuya norma internacional aconseja rangos de 15mm Hg a 20mm Hg de compresión.
Fuente bibliográfica
AORN Journal 2003; 77 (2): 346-358