Cardiología
Mayor capacidad aeróbica reduce enfermedades cardiovasculares
Mejoras en la condición física y respiratoria restringen la aparición de este tipo de patologías y aumentan la sobrevida ante tales eventos, además, cada minuto extra de actividad contribuye a disminuir la masa ventricular, pero sin beneficios respecto a la calcificación de arterias coronarias.
Aunque la capacidad cardiorrespiratoria (CRF, del inglés cardiorespiratory fitness) posee un claro pronóstico en adultos mayores, su efecto durante la edad adulta temprana en la estructura, función y predicción de enfermedades cardiovasculares (ECV) a largo plazo no está bien establecido.
Joao A.C. Lima y colaboradores de diversas universidades en Estados Unidos, evaluaron si la CRF se asocia con resultados clínicos a largo plazo y con ECV subclínicas, en adultos jóvenes. Para esto, se realizó un estudio prospectivo de 4.872 estadounidenses de entre 18 y 30 años, quienes se sometieron a una prueba de esfuerzo al comienzo del análisis, a partir del 25 de marzo de 1985 al 7 de junio de 1986. Adicionalmente, 2.472 personas realizaron una segunda prueba de esfuerzo 7 años después. La media de seguimiento de la investigación fue de 26,9 años y se evaluó la obesidad, la masa ventricular izquierda y la tensión, la calcificación de las arterias coronarias (CAC), el estado vital e incidencias de ECV. Por último, el ensayo se completó el 31 de agosto de 2011, analizándose los datos desde el reclutamiento hasta el final del seguimiento.
De un total de 4.872 participantes, 273 (5,6%) murieron y 193 (4,0%) sufrieron eventos cardiovasculares durante el análisis. Luego de un ajuste global, cada minuto adicional respecto a la duración basal del ejercicio, disminuyó en un 15% la probabilidad de decesos (razón de riesgo [HR], 0,85; IC del 95%: 0,80 - 0,91; p <0,001) y además redujo en un 12% el riesgo de ECV (HR, 0,88; IC del 95%:0,81 - 0,96; p = 0,002). Los niveles más altos de la línea de base de la CRF se vincularon significativamente con un menor índice de masa ventricular (β = -0,24; IC del 95%: -0,45 a -0,03; p = 0,02) y con una mejor tensión longitudinal lobal (β = -0,09; IC del 95%: -0,14 a -0,05; p <0,001) a los 25 años de edad. Contrariamente, la actividad física no evidenció mejoras en el nivel de CAC. Por otro lado, la reducción de 1 minuto en el ejercicio a los 7 años desde la primera prueba, se relacionó con un aumento de un 21% y un 20% de los riesgos de muerte (HR, 1,21; IC del 95%: 1,07-1,37; p = 0,002) y de ECV (HR, 1,20; IC del 95%: 1,06-1,37; p = 0,006), respectivamente. Adicionalmente, esto promovió un deterioro de la tensión del músculo cardíaco (β = 0,15; IC del 95%: 0,08-0,23; p <0,001).
En resumen, niveles más altos y mejoras de la capacidad cardiorrespiratoria en la adultez temprana se relacionan a un menor riesgo de mortalidad y enfermedades asociadas. Esfuerzos adicionales para optimizar la condición física en esta etapa de vida pueden ser fundamentales en la promoción de salud cardiovascular y para interrumpir tempranamente la progresión de una ECV.
