"El tratamiento de epilepsia es un desafío"
Además de los avances en medicamentos se han desarrollado opciones mínimamente invasivas, entre ellas la estimulación cerebral profunda, terapia térmica intersticial con láser y neuroestimulación receptiva.
La epilepsia es un trastorno neurológico en el que la actividad del cerebro se vuelve anormal, lo cual provoca convulsiones, comportamientos y sensaciones extrañas y, en algunos casos, pérdida de conocimiento.
“Esto se debe a una actividad eléctrica inusual de un cuerpo de neuronas cerebrales”, explica el neurocirujano Jamie van Gompel del Laboratorio de Epilepsia y Neurofisiología de la Clínica Mayo de Rochester en Estados Unidos, quien se encuentra trabajando en el perfeccionamiento de la estimulación cerebral como terapia restaurativa alternativa para pacientes con epilepsia resistente a medicamentos y, en algunos casos, a la cirugía ablativa o resectiva.
“El juego es muy diferente ahora. Estas posibilidades están mejorando los resultados, lo que se traduce en un impacto sustancial y significativo para ellos y sus familias”.
- Estos avances dejan de lado los tratamientos que se venía usando…
No. Los medicamentos contra la epilepsia han mejorado y siguen siendo la forma más común de tratarla. Con un plan farmacológico o, en algunos casos, con cirugía es posible controlar las convulsiones en la mayoría de los casos.
Por otro lado, la cirugía abierta para extraer la parte del cerebro que provoca el problema es aún una opción importante en pacientes resistentes a medicamento. Sin embargo, en los últimos años, se han desarrollado importantes alternativas y de mínima invasión.
- ¿Cuáles son estas?
Los tratamientos más recientes son la estimulación cerebral profunda (ECP), que implica enviar señales eléctricas programadas regularmente a una ubicación en el cerebro, las que alteran la actividad que provoca la convulsión. Este procedimiento se realiza a través de imágenes por resonancia magnética y el generador que envía el impulso eléctrico se implanta bajo la piel del tórax.
Otro es la neuroestimulación receptiva (RNS, por sus siglas en inglés) que se realiza por medio de dispositivos implantados en la cabeza (parecidos a un marcapasos) los cuales reducen, en gran medida, la frecuencia de las convulsiones. Estos aparatos analizan los patrones de actividad cerebral para detectar cuando comienzan. En ese momento envían una descarga eléctrica o un medicamento para que las detenga antes que provoquen una discapacidad. Tiene muy pocos efectos secundarios.
La terapia térmica intersticial inducida por láser (LITT, por sus siglas en inglés) es menos invasiva que la cirugía de extirpación. En este caso, se usa un láser para marcar de manera precisa y destruir una pequeña porción de tejido en el cerebro. La luz se guía con imágenes por resonancia magnética.
Y, por último, contamos con la cirugía de invasión mínima, como la ecografía focalizada guiada por imágenes por resonancia magnética. Se trata de una opción prometedora para tratar las convulsiones con menos riesgos que la cirugía con cerebro abierto tradicional.
-¿Cómo se podrían implementar estos costosos procedimientos en países con recursos limitados?
En Estados Unidos, la ECP es quizás una de las intervenciones más caras que estamos haciendo. RNS es un poco más barata, pero igualmente la inversión es grande, pues además del implante hay un programador que se encarga de manejar y ajustar el dispositivo. Sin embargo, se trata de una alternativa real para aquellos pacientes que han perdido la esperanza de manejar su condición.
Las empresas que desarrollan estas herramientas fijan sus precios con antelación para nosotros y Europa y tienen programas especiales para los distintos hospitales y clínica. Siento que la forma de acercar esta tecnología es a través del trabajo directo con estas entidades. Muchas ayudan a los países con menos recursos y de esa manera contribuyen para que los tratamientos sean globales.
- A pesar de los avances, el estigma detrás de la enfermedad continúa. ¿Cómo se puede avanzar esta materia también?
Estas personas tienen un tremendo coraje, porque deben vivir con la incertidumbre de no saber en qué momento van a sufrir una convulsión que los llevara a la pérdida de conciencia.
Por mucho tiempo se hicieron distintas interpretaciones sobre el origen de la enfermedad. Algunas se relacionaron con la superstición, poderes sobrenaturales e, incluso, posesiones demoníacas. Nada más lejos de la realidad. Lamentablemente, sigue ligada al miedo, incomprensión, discriminación y el estigma social. Incluso, estos pacientes escondían el problema, porque sentían que podía perjudicarlos a nivel laboral.
Precisamente, un avance para dejarlo atrás son las nuevas alternativas de tratamiento que no solo ayudan a reducir esta marca, sino que entregan esperanza y alternativa de cambio. He visto a muchos de ellos avanzar en su calidad de vida y la de su familia. Y curiosamente cuando esto pasa, ese individuo siente que pierde su sentido de pertenencia a la comunidad de apoyo y contención que lo acogió durante su enfermedad.
¿Cómo ha contribuido la inteligencia artificial en estos desarrollos?
La IA sigue avanzando en este campo. La utilizamos en la toma de decisiones con nuestros pacientes más complicados. En lugar de confiar tan solo en la experiencia clínica de un médico, permite aunar la de muchos para saber qué es lo mejor para cada uno. Hay varios equipos trabajando en esto. Todavía no tenemos éxitos clínicos preponderantes, porque estamos en una etapa incipiente, pero si tenemos esta misma conversación en cinco o 10 años más estoy seguro de que habrá mucho de qué hablar. De hecho, la Clínica Mayo y Google Research desarrollan un nuevo algoritmo para mejorar los dispositivos de estimulación cerebral para tratar distintas enfermedades, no solo esta.
- ¿De qué manera visualiza el futuro de las terapias?
Creo que, en las próximas décadas, entenderemos la estimulación cerebral lo suficiente como para evitar extraer tejido del cerebro. Quizás seamos capaces de tratar la parte que trabaja mal de ese órgano con electricidad o alguna otra cosa. Posiblemente, sea la administración directa de un medicamento en la zona para rehabilitarla y lograr que la corteza funcione otra vez.
Por Carolina Faraldo Portus