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10 Junio 2019

Dr. Carlos Téllez Díaz:

“La obesidad es esencialmente una patología de salud mental”

El psiquiatra publicó su primer libro y en el que plantea un cambio de paradigma en la comprensión y abordaje de esta enfermedad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) califica a la obesidad como una epidemia en base a estadísticas que son alarmantes desde cualquier punto de vista. Es la segunda causa de muerte a nivel global, cobrando anualmente más de 2,8 millones de vidas, junto con contribuir al desarrollo de patologías crónicas como diabetes, hipertensión, cáncer y complicaciones cardiovasculares, cuadros que –en su conjunto- representan elevados costos para los sistemas de salud.

Los crecientes malos hábitos alimentarios, el desequilibrio entre la ingesta y el gasto calórico y el sedentarismo que parece haberse enquistado en la sociedad, no solo es un tema de adultos, sino que también es una realidad que alcanza a niños y adolescentes. 

Especialistas en el área aseguran que la obesidad es una enfermedad crónica, multifactorial y resistente, análisis que suma una nueva perspectiva, planteada por el psiquiatra chileno Carlos Téllez Díaz, quien publicó un libro titulado: “Obesidad, una enfermedad de salud mental”. 

Se trata de una publicación escrita en un lenguaje simple, entretenido y dirigida a todo lector. “En especial a los adolescentes, padres, educadores, profesionales de la salud, médicos especialistas y pacientes con obesidad. Creo que para aquellas personas que se hayan realizado una cirugía bariátrica o estén en vías de hacerla este es un libro altamente recomendado. Mezcla elementos de evolución, historia, ciencias sociales, medicina, neurociencias, psicología y autoayuda”, contextualiza el profesional.

- Doctor, en general se postula que la obesidad es un problema multifactorial. Usted, como psiquiatra, plantea que su origen es mental, ¿por qué? 

La respuesta a esta pregunta no es algo que se pueda entregar en tan solo unas líneas y, justamente, por ese motivo he escrito un libro. Ahora, en general planteo a la obesidad como una enfermedad de salud mental, porque precisamente es ahí donde están los principales factores de origen y mantención de la patología. Esto puesto que los alimentos actúan directamente en el cerebro, activando el sistema de recompensa y liberando neurotransmisores como dopamina, encefalinas y endorfinas, los cuales tienen un efecto regulador inmediato sobre nuestros afectos, sensaciones y emociones. De esta forma, consciente o inconscientemente, utilizamos la comida para disfrutar, gozar y reír, así como para calmarnos frente a las penas, angustias, tristezas y frustraciones que, en mayor o menor medida, están siempre presentes en nuestras vidas. Por otro lado, y solo como botón de muestra, los principales fármacos utilizados actualmente para controlar el apetito –fentermina, topiramato, lorcaserina, naltrexona, bupropión y fluoxetina- actúan en el sistema nervioso central de la misma forma como en el pasado lo hicieron otros como sibutramina y anfetaminas. Esto porque el problema radica, fundamentalmente, ahí: en el cerebro. Lógicamente la obesidad no es solo una enfermedad de salud mental, pues está claro que existen múltiples otros factores como los genéticos, metabólicos, endocrinos y digestivos. Pero los elementos de salud mental son primordiales y es eso lo que se desarrolla a lo largo del libro. 

- Entiendo que hay una carga social, cultural y educativa en esta materia…

Evidentemente. La obesidad es la gran pandemia del siglo XXI y la mayor epidemia que ha enfrentado el mundo a lo largo de toda su historia. Se asocia directamente a más de 50 enfermedades médicas altamente prevalentes y que generan un enorme impacto en la calidad de vida de las personas, los sistemas de salud y la productividad de los países en general. Precisamente por ello es que, cuánto más sepamos respecto a los factores de origen y mantención de la obesidad, más podremos ayudar a estos pacientes. Es aquí donde generar un cambio de paradigma –desde una enfermedad esencialmente nutricional, endocrina y metabólica a una de salud mental- resulta crucial. Por esto es que el componente educativo es tan importante y constituye el objetivo de este texto, pues si hay algo con lo cual de seguro nos vamos a relacionar todos los días es con el sobrepeso y la obesidad.

- Usted califica la adicción a los alimentos como una enfermedad real, pese a que existe controversia científica al respecto. ¿La pone al mismo nivel que otras adicciones?

La pongo exactamente al mismo nivel. La adicción es una adicción y el tema central es que no se puede dejar de consumir, pese a las evidentes consecuencias perjudiciales que ésta genera; y qué más claro en esto que la inmensa cantidad de personas en el mundo con sobrepeso y obesidad, que no pueden dejar los alimentos que provocan daño. Ahora, volviendo sobre la pregunta, lógicamente el nivel de adicción a una sustancia no es igual en todas las personas. Por ejemplo, no todos los adictos al alcohol son iguales, existen casos simples y otros más complejos. Además, dependiendo de la sustancia de la cual estemos hablando, el potencial adictivo, los efectos, las pérdidas, las consecuencias y los órganos afectados serán diferentes. Así, no se desarrolla ni se vive de la misma forma una adicción al chocolate o al tabaco, que una adicción a la cocaína o al juego. Lo que debe quedar muy claro es que nadie es adicto a alimentos naturales tales como lechugas, manzanas, porotos, pescados, mariscos o carnes. Salvo se les haya adicionado elementos químicos o hayan sido sometidos a procesos químicos tales como la fritura, por mencionar uno muy común.

- En su libro usted menciona un modelo integrativo de recompensa. ¿En qué consiste? ¿cómo funciona? ¿qué implicancias tiene en los menores de edad y en los adultos? 

El modelo integrativo de recompensa se basa en entregar un modelo que nos muestre cómo funciona el sistema de recompensa, que es responsable de todo lo que nos gusta y nos hace sentir placer y ha sido el gran sistema olvidado de nuestro organismo. Su funcionamiento incide directamente en elementos relevantes como nuestro ánimo, energía, creatividad, motivación, conducta y procesos de aprendizaje. De modo que es tan o más importante que otros sistemas como el sistema digestivo, inmune o circulatorio por mencionar algunos. Es clave entender que aquello que nos gusta o pueda llegar a gustar, tiene poderosos efectos en nuestras vidas y salud. Los beneficios, riesgos y consecuencias de los diversos activadores del sistema de recompensa son algunos puntos que aborda el modelo y son desarrollados en el libro. Todo ello guarda relación con los grandes temas de hoy que afectan a adultos y menores de edad: obesidad, consumo de marihuana, alcohol, sexo, adicción a pantallas y video juegos, entre otros. En la medida que más información tengamos respecto de cómo opera este sistema, mejor estaremos preparados para enfrentar las influencias y el mundo real, pues la idea principal es que seamos nosotros quienes podamos controlar al sistema de recompensa y no sea él quien nos controle a nosotros. 

- Si el problema es mental, ¿cómo lo debe abordar la psiquiatría? ¿se tienen que cambiar los enfoques terapéuticos?

El cambio básicamente se refiere a la necesidad de una mayor participación de parte de la psiquiatría. Que los especialistas se interesen y aprendan de la obesidad y que ésta sea también un área central en la formación de los nuevos profesionales. En esto, el cambio de paradigma radica en que debemos dejar de ver a muchos alimentos como elementos inocuos y comenzar a entender que son sustancias con verdadero potencial adictivo y de alto riesgo, generadores de marcados efectos en nuestro cerebro y conducta. En el mundo, la cantidad de psiquiatras que trabajan vinculados de manera cercana a centros de obesidad es extremadamente baja. Del mismo modo, la inmensa mayoría de las publicaciones referidas al tema, ya sean libros o artículos científicos, son realizadas por otros profesionales. En este sentido quiero aclarar que no se trata de cambiar nutriólogos o nutricionistas por psiquiatras o psicólogos, sino de generar un trabajo complementario que permita aprendizajes recíprocos. Los médicos y profesionales de la salud en general deben aprender de estos temas y aplicarlos en la práctica diaria.

- Considerando esta información, ¿se deben rediseñar las políticas públicas para manejar de mejor forma esta patología?

Definitivamente, hay mucho por mejorar y cambiar. A eso es a lo que me refiero en el último capítulo del libro en relación a políticas públicas. En él planteo una serie de propuestas que son consecuencia del modelo integrativo de recompensa presentado y, que, de ser implementadas, generarían un gran avance en la lucha contra el sobrepeso y la obesidad.

- Usted ha dicho que acceder a una alimentación saludable debe ser un derecho fundamental de los niños, ¿por qué?

Porque una alimentación sana es esencial para su adecuado desarrollo. Hoy, sin embargo, no los estamos protegiendo de algo tan importante y sensible como su alimentación. Los niños, niñas y adolescentes son muy vulnerables y un inicio temprano y repetido en el consumo de cualquier tipo de sustancias no solo daña su salud general, sino que incrementa el riesgo de adicciones a futuro. En relación a esto, pienso que las personas el día de mañana no podrán entender cómo en esta época de la historia los niños y adolescentes estaban tan expuestos a alimentos procesados de alto riesgo. Y si usted tiene alguna duda al respecto, fíjese en lo que ha ocurrido en las últimas décadas con el tabaco. 

- ¿De qué forma busca impactar a la sociedad y al mundo de la medicina con este libro?

Más que impacto lo que busco es generar un aporte significativo en el tema del sobrepeso y la obesidad, así como tender un puente desde la psiquiatría y la salud mental hacia las personas y la propia medicina. Esto puesto que la salud mental hoy es vista de manera muy estigmatizada. Hablar de salud mental hoy es casi un tabú, tal como antes era hablar de sexo, muerte o cáncer. Le hacemos bullying a la salud mental, cuando en realidad es fundamental en nuestras vidas. De ella depende, por ejemplo, que podamos aprender a vivir en armonía, a disfrutar y a sonreír.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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