Dra. Tanya Padilla Molina:
“Las decisiones sobre cardiotoxicidad deben tomarse priorizando el beneficio oncológico global”
Identificar tempranamente pacientes de riesgo, implementar medidas de cardioprotección y vigilar de forma proactiva los signos de toxicidad cardiovascular es el objetivo de los lineamientos de la Sociedad de Cardiología.
En un esfuerzo colaborativo y coordinado entre cardiólogos y oncólogos para "brindar lo mejor de ambos mundos" y entregar un tratamiento oncológico eficaz sin comprometer la salud cardiovascular, la Sociedad de Cardiología Núcleo Pichincha presentó su nuevo Consenso de Cardio-oncología, Prevención, Diagnóstico y Tratamiento de Toxicidad Cardiovascular (2025) en las LXIV Jornadas Internacionales de Cardiología, llevadas a cabo del 12 al 14 de junio en Quito [1].
"El documento está orientado a optimizar la atención de pacientes oncológicos con riesgos o enfermedades cardiovasculares concomitantes. Sabemos que estas patologías en conjunto representan cerca del 70% de la mortalidad global. La atención médica se ha centrado mucho en prevenir y manejar los efectos cardiotóxicos de las terapias oncológicas, por lo que adaptar las recomendaciones internacionales a nuestra realidad económica y epidemiológica fue clave", asegura la doctora Tanya Padilla, presidenta de la Sociedad y coordinadora de estas nuevas directrices.
La especialista detalla que, si bien en Ecuador y América Latina hay una carga creciente de estas enfermedades, todavía existe un acceso limitado a nuevas tecnologías y no siempre se siguen protocolos estructurados. Por ello, "tratamos de entregar herramientas prácticas basadas en evidencia en el contexto de nuestra propia realidad para que, cuando los profesionales de la salud se enfrenten a estos pacientes, traten de regirse al consenso que hemos realizado".
- ¿Cómo se manifiestan las diferencias epidemiológicas en Ecuador respecto a la toxicidad cardiovascular por tratamientos oncológicos o terapias dirigidas?
En nuestro país, los pacientes suelen presentar diagnósticos oncológicos y cardiovasculares en etapas más avanzadas. Más que nada, porque no existe una cultura médica de prevención de enfermedades. Entonces, cuando vemos a la persona, suele ser en etapas más tardías.
Existe una mayor prevalencia de factores de riesgo o mal controlados, como la hipertensión, la diabetes, dislipidemia o gente que no sabe que tiene el colesterol y los triglicéridos altos.
También, se observa de manera menos frecuente terapias dirigidas modernas, que modifican el perfil de toxicidad cardiovascular. Es muy importante tratar de encontrar estos factores de riesgo para poder dirigir el tratamiento.
- ¿Cuáles son los principales indicadores de riesgo para la cardiotoxicidad?
Los más relevantes son las edades extremas. Mayores de 65 años o menores de 18, con antecedentes de hipertensión, obesidad, diabetes, personas que han estado expuestas a antraciclinas o a dosis acumuladas elevadas, radioterapia medicinal y la combinación de múltiples agentes cardiotóxicos.
- ¿Qué biomarcadores se recomiendan para el monitoreo temprano?
Tenemos la troponina ultrasensible como el principal marcador de daño, los péptidos natriuréticos para evaluar disfunción ventricular; su determinación debe realizarse en forma basal y seriada con pacientes de riesgo durante el tratamiento.
Ahí viene también la parte de la imagen cardíaca, que nos puede ayudar a hacer el seguimiento del paciente. Antes de comenzar una terapia, recomendamos evaluar cómo está el ecocardiograma y la función ventricular. Actualmente usamos también el llamado strain, que nos permite orientar y evaluar cómo está el paciente.
- ¿Cuáles son los principales agentes quimioterapéuticos con mayor riesgo cardiovascular?
Los más destacados son las antraciclinas como la doxorubicina, asociadas a cardiotoxicidad dosis dependiente, el trastuzumab en potencial de disfunción ventricular reversible, los inhibidores de tirosinquinasa, vinculados a hipertensión y disfunción endotelial, y la inmunoterapia anti-PD-1 o PD-L1, que puede inducir a miocarditis, aunque es poco frecuente.
- ¿Qué estrategias de cardioprotección primaria se recomiendan?
Primero, debemos estratificar el riesgo cardiovascular antes del tratamiento oncológico y realizar un control óptimo de comorbilidades. Podemos usar medicamentos como los inhibidores de la ECA, los ARA-II o bloqueadores en pacientes de alto riesgo.
Hay que hacer un monitoreo con ecocardiograma, utilizando sobre todo el strain porque, incluso antes de la elevación de los biomarcadores, vamos a ver si existe una afectación cardíaca. Realizar un monitoreo con biomarcadores y una educación continua al paciente y al equipo multidisciplinario es muy importante.
- ¿Bajo qué criterios se debe considerar la suspensión temporal o definitiva de tratamiento oncológico por cardiotoxicidad?
En primer lugar, la disminución de la fracción de eyección menor al 10%, como valor absoluto, sería menos 53%. La fracción normal se considera menor al 52%, hasta el 75%.
También, que el paciente esté con síntomas clínicos de insuficiencia cardíaca, tenga una elevación sostenida de biomarcadores con alteraciones funcionales o que tengamos diagnóstico de miocarditis. Estas decisiones deben tomarse en consenso con los oncólogos, priorizando siempre el beneficio global.
- Para sobrevivientes de cáncer, ¿cómo debe estructurarse el seguimiento a largo plazo?
Un control cardiológico periódico, especialmente si recibieron antraciclinas o radioterapia torácica. De acuerdo con el medicamento que esté tomando, sabemos cada cuánto tiempo se debe hacer el seguimiento. Evaluaciones seriadas de la función ventricular, por el método que sea más cómodo. Normalmente, el ecocardiograma es la imagen de primera línea para hacer un control.
En pacientes de alto riesgo, podemos utilizar también la resonancia magnética cardíaca. Ese es un examen un poco más costoso, pero sabemos que es el gold standard para ver la función ventricular. Además de promocionar estilos de vida saludables y la prevención secundaria cardiovascular.
- ¿Qué espera lograr la Sociedad de Cardiología con este consenso en los próximos años?
Lo más importante es que todos los profesionales de salud se involucren en el cuidado del paciente oncológico, tratar de uniformizar la atención en cardio-oncología a nivel nacional, estimular la creación de unidades cardio-oncológicas, promover la formación especializada, la colaboración interdisciplinaria y tratar de fortalecer la investigación nacional.
Creo que es importante, o puede ser idealista, tratar de convertir al Ecuador en un referente regional de buenas prácticas en prevención de cardiotoxicidad. Debemos unirnos a nivel multidisciplinario para saber cómo vamos a manejar al paciente, y eso es lo que espera lograr la sociedad: poder tener ideas en las cuales basarse para poder mejorar la atención de nuestro paciente oncológico.
- ¿Cuál sería su mensaje para cardiólogos que están comenzando a ver más pacientes oncológicos en su consulta?
La cardio-oncología es una nueva rama de la cardiología. Es una necesidad urgente y creciente para que los profesionales de cardiología vayan conociendo más. No se trata solo de tratar corazones, sino también de proteger vidas. Es importante que, como cardiólogos, todos nuestros colegas traten de formarse, de aprender más, colaborar con la oncología y asumir este nuevo desafío de compromiso.
Este enrolamiento puede marcar la diferencia entre la suspensión de un tratamiento oncológico y la curación de un paciente de un cáncer. Entonces, es fundamental seguir aprendiendo: ver cuándo hay que suspender una medicación, cuándo no y tratar de tener un equipo multidisciplinario para hacer lo mejor por nuestro paciente.
Bibliografía:
[1] Sociedad de Cardiología Núcleo Pichincha. (2025). Consenso de Cardio-oncología, Prevención, Diagnóstico y Tratamiento de Toxicidad Cardiovascular.
Por Dominique Vieillescazes Morán
