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08 Abril 2024

Dra. Delia Landázuri Garzón:

"Sin buscarlo me convertí en la precursora de la oftalmología femenina del Ecuador"

Desde su posición como referente en el país, la especialista reflexiona sobre su carrera profesional que, con el ejemplo, continúa inspirando a las futuras generaciones.

En el panorama de la medicina ecuatoriana, donde la innovación y el liderazgo femenino siguen ganando espacios, una figura destaca por sí sola: Delia Landázuri Garzón, reconocida como la primera médica oftalmóloga del país. 

Su trayectoria no sólo representa un hito en la historia de la oftalmología, también es un patrimonio inmaterial y fuente de inspiración para innumerables mujeres que siguen sus pasos.

Sin proponérselo, la doctora formada en la Universidad Central del Ecuador (UCE) y con postgrados en Colombia y Puerto Rico, se ha convertido en un símbolo de perseverancia y entrega, demostrando que los obstáculos pueden ser superados con determinación y pasión. 

Es pionera en varias áreas. Fue la primera presidenta de la Sociedad Ecuatoriana de Oftalmología, capítulo Quito; residente de la especialidad en el Hospital Voz Andes y Fundación Ecuatoriana Vistas para Ciegos; y jefa del Servicio de Oftalmología del Hospital Metropolitano, donde actualmente forma parte del Comité de Ética.

Su liderazgo y ejemplo siguen ayudando a abrir camino a una nueva generación de profesionales que desafían las convenciones y se esfuerzan por alcanzar la excelencia a diario.

- ¿Cómo fueron sus primeros años universitarios?

Luego de terminar mi carrera secundaria, fui a la UCE en Quito y viví en el pensionado del Colegio de las Hermanas Bethlemitas, donde yo me había educado. El primer año fue muy bonito, porque mis padres se vinieron de Ibarra. Mi madre estaba muy enferma y falleció a los 45 años. Yo tenía apenas 19 y fue un gran dolor. A pesar de eso, seguí estudiando e involucrándome en distintas actividades. En ese entonces, éramos 25 mujeres, pero muchas se fueron quedando. Fui la única en terminar. 

Tenía excelentes compañeros de curso. Nunca sentí algún tipo de discriminación o misoginia. Hace poco una amiga doctora de 89 años presentó un libro en el que describe este tema. Ella habla que antes había una mujer por cada 1.000 estudiantes. Cuando yo ingresé al Hospital Metropolitano, hace 38 años, de los 100 médicos contratados 97 eran hombres y sólo éramos tres: ella que es cardióloga, otra cardióloga pediatra y yo. O sea, fui la primera oftalmóloga de ese centro asistencial y, además, por 10 años fui la jefa del Servicio.

- ¿Por qué eligió esta carrera?

Cuando era niña vivía con nosotros mi abuelito paterno. Era muy cercano a mí, porque le cuidaba y ahí me entró el gusto. Además, me gustaba la química, física y biología, materias que me ayudaron mucho en el primer año de universidad.

- Y cómo llega a la oftalmología..

Primero pensaba hacer pediatría. Me gustaban mucho los niños. Hice la residencia en el Hospital Pediátrico. Cuando terminaba el turno sabía que quedaban tristes y se conseguían dinero para llamarme por teléfono. Y eso me partía el alma. Entonces, dije, voy a ser ginecóloga. Paso al Hospital del Instituto de la Seguridad Social, a la ginecobstetricia, y no dormía. Los turnos se hacían de noche. Terminé el mes obligatorio y hasta ahí llegué. 

Lo que me gustaba era la cirugía. Un día, el doctor Ramiro Almeida, me invitó a asistirlo en una de ojos y antes de terminar me dijo que la terminara, porque "a las mujeres les gusta coser". Él me incentivó a seguir cirugía ocular. Me pareció fantástico, porque puedo hacer clínica y, al mismo tiempo, cirugía. 

Luego trabajé con el doctor Gustavo Moreno, el primer oftalmólogo con PhD. del Ecuador. Un hombre brillante. Entré, gracias a él, al Hospital Voz Andes y me convertí en su primera residente y en la primera ayudante en su consulta privada. Cuando se fue del hospital, junto a otro colega, lo seguimos. Al año siguiente murió. Fue un golpe muy duro. Al final, terminamos comprándole a su viuda el consultorio. 

- En este transitar, ¿pensó que se iba a convertir en una inspiración para otras mujeres?

Nunca y tampoco mientras lo iba haciendo. Sentía que era el camino natural. Nunca sentí un rechazo, todo lo contrario. Mis compañeros eran muy considerados conmigo y yo les ayudaba cuando lo necesitaban, ya sea reemplazando en algún turno o compartiendo mis apuntes de clases. Me sentía muy querida y valorada. Como cantaba y recitaba, a congreso o curso que iba representaba a Ecuador de esa manera también. No sé si eso me ayudó a abrir muchas puertas, porque era conocida a nivel internacional.

De a poco fui consciente de que me convertí en la precursora de la oftalmología femenina. Hoy me siento orgullosa que muchas médicas sigan la medicina y algunas esta hermosa especialidad. Es muy gratificante haber sido la iniciadora de todo lo que ha venido con el tiempo. Imagínate que antes la proporción de mujeres en este campo era dos en mil. En el Congreso ALACCSA-R, celebrado en Santiago de Chile, el 51% de asistentes eran mujeres. En el Hospital Metropolitano de los ocho residentes nuevos que han entrado, siete también lo son. Eso es un gran paso. 

Existe la consciencia de que cuando nos proponemos ayudar, lo hacemos y bien. Somos más empeñosas y nos toca, muchas veces, triplicarnos: somos profesionales, madres y, al mismo tiempo, esposas. 

- ¿De qué manera ha evolucionado la especialidad?

Muchísimo. Me inicié en el Voz Andes cuando el doctor Gustavo Moreno operaba las cataratas, sacando el “chocho” entero con una espátula. Tenía que salir de esa manera para ponerlo en un frasco, porque esa era la evidencia que teníamos para mostrarle al familiar. No se ponía lente intraocular como ahorita. Me formé con la cirugía extracapsular. 

Después ya vivieron los lentes intraoculares. Se abría igual, pero se sacaba en pedacitos el cristalino y se ponía un lente grande de tres patas y el paciente salía con suturas. Ahora ya no, abrimos con una incisión de dos milímetros y se fractura el “chocho”. 

Las suturas también son distintas. Antes eran muy gruesas, hoy son finas y lindas que con suerte se ven. 

- ¿Es posible honrar el pasado mientras avanzamos hacia un futuro mejor, especialmente en términos de empoderamiento femenino y colaboración entre géneros?

Soy de las que piensa que tiempo pasado fue mejor, pero eso hay que seguir conservándolo. Tenemos cultivar el amor por los pacientes. El empoderamiento femenino no pasa por borrar la historia pasada, se trata de aprender para construir un futuro mejor. De ayudar para que me ayuden, porque la sociedad tiene que apoyarse mutuamente. Hombres y mujeres somos distintos, pero juntos somos un complemento. 

Por Carolina Faraldo Portus

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