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15 Septiembre 2014

El beneficio de una vida hidratada

Algo tan simple como beber agua es determinante en la salud de las personas, aunque expertos coinciden que en la niñez y tercera edad es clave para evitar la aparición de diversas patologías.

El agua es un elemento cada vez más escaso en el mundo y su disponibilidad es materia de discusión permanente en diversos foros científicos. Garantizar su uso adecuado constituye uno de los desafíos más importantes para la humanidad, ya que sólo su correcto manejo garantizará la preservación de los recursos naturales, el desarrollo productivo, la generación de energía y, por sobre todas las cosas, la vida.

La falta de políticas medioambientales, los efectos tangibles del cambio climático y la modificación en el uso de los suelos amenazan seriamente a la existencia y calidad de este recurso, sin dudas, imprescindible para la evolución de las especies y la sustentabilidad de la Tierra. La realidad a nivel global es preocupante y expertos postulan que durante este siglo el agua tendrá más importancia e influencia que el petróleo en el siglo XX. 

Así como lo es para la Tierra, para el hombre el agua es clave, ya que es un medio simple y efectivo para mejorar la calidad de vida, ayudando a prevenir y sobrellevar patologías que amenazan la salud en distintas etapas de su ciclo vital, desde el nacimiento hasta la vejez. Este fue, precisamente, el tema que abordaron médicos de distintas especialidades en tres ciudades chilenas, durante el primer Simposio de actualización en hidratación, llevado a cabo en Viña del Mar, Santiago y Concepción, bajo la organización de la Sociedad Chilena de Pediatría y la Escuela de Nutrición y Dietética de la Facultad de Medicina de la Universidad del Desarrollo.

En el encuentro, se reunieron expertos nacionales e internacionales para debatir sobre la importancia del consumo de líquidos en las diferentes etapas de la vida: niñez, adolescencia, adultez, tercera edad y embarazo. “En el caso de niños y jóvenes que practican actividad física, la hidratación es clave para evitar la aparición de enfermedades. Una reducida ingesta líquida en este tipo de personas puede tener consecuencias, que van desde una baja del rendimiento físico y cognitivo, pasando por una mayor prevalencia de lesiones, hasta llegar a descensos de la inmunidad”, comenta el doctor español José Chicharro, uno de los expositores junto a los médicos Francisco Moraga y Marcelo Blacutt.

Según el facultativo, existen distintos requerimientos de agua, dependiendo de las características de la actividad física realizada y de las condiciones ambientales en que se realiza. “Para un estándar de 30 a 40 minutos de trote u otro deporte, bajo condiciones normales de temperatura y humedad, se deberían beber aproximadamente 3 litros de agua al día”, precisa. La duración e intensidad condicionará también el tipo de líquido más apropiado. Como norma general, en las actividades de menos de una hora de duración y de moderada exigencia, beber agua es suficiente, pero si se prolonga en el tiempo o se efectúa a mayor intensidad física o bien en un ambiente térmico estresante, la reposición hídrica indicada es una bebida para deportistas, dado su mayor contenido de electrolitos.

“En un rango de ejercicios no exigente se pierden cerca de 0,5 a 0,8 litros/hora, pudiendo llegar incluso hasta los 10 litros cada 60 minutos en ambientes extremos. Las mujeres pierden menos líquido, porque sudan menos”, agrega Chicharro.

Riesgos “mayores”

Si ingerir líquido de manera regular durante la niñez y adolescencia es importante, para los adultos mayores es aún más relevante. Y es que las personas de la tercera edad que tienen actividad física normal deben tomar igual proporción de agua que alguien con más limitaciones. En términos generales, si se suple la necesidad diaria de 200 ml debe sumar otro litro y medio para compensar lo perdido durante el ejercicio. 

“Las patologías más asociadas a la deshidratación tienen relación con las que alteran la funcionalidad, vale decir, la capacidad de desenvolverse o desplazarse por sí solos, como la artrosis severa, secuelas de accidentes cerebrovasculares, enfermedad de Parkinson y demencias”, sostiene Marcelo Blacutt, geriatra de la Clínica Alemana de Santiago. De acuerdo al especialista, los adultos mayores fisiológicamente tienen menos sensación de sed que la gente joven, lo que hace que su hidratación sea siempre pobre. Sin embargo, explica, “hay factores externos como el uso de medicamentos como los diuréticos y laxantes que pueden romper el equilibrio de la hidratación. Hay otras enfermedades que también pueden causar un daño mayor, como la diabetes no controlada, ya que es una patología que a través de la orina arrastra un volumen importante de agua con niveles de glucosa elevado. Las diarreas crónicas y el consumo de alcohol hacen aún más complejo el escenario”.

Lo recomendable para estas personas, particularmente aquellos que ya han superado los 60 años, es ingerir cerca de 1.500 ml más de lo deben tener sus alimentos en el día, suponiendo, claro está, que su dieta es adecuada: 2.000 ml. “La ingesta debe ser amigable con los gustos personales o hábitos y no ingerir agua como un castigo. Lo ideal es consumir jaleas, helados de agua, leches, sopa, té, café descafeinado bebidas o simplemente agua, pero durante el día y en lo posible entre las comidas”, aconseja el experto.

Un riesgo adicional para los adultos mayores en condición de hidratación límite permanente, es el cuadro que gatilla eventos como fiebre, vómitos o diarrea. Se trata de una deshidratación brusca, que conlleva a una falla renal. Sólo si hay una intervención rápida, precisa y adecuada, la insuficiencia renal es fácilmente reversible, pero cuando la deshidratación no es diagnosticada a tiempo, los pacientes están en peligro de manifestar una insuficiencia renal crónica permanente. Si a esto se asocian enfermedades que vulneran la función renal, como la hipertensión arterial o la diabetes mellitus no controlada, el peligro aumenta considerablemente. 

En tanto, las mujeres con incontinencia urinaria también deben tener precaución. “Por el temor de sufrir accidentes en este tema, evitan consumir líquido y viven al límite de la hidratación”, coinciden los expositores del simposio. En definitiva, más allá de la recomendación general de consumir 8 vasos de agua al día, como medida ideal para mantener el cuerpo hidratado, la dosis correcta no está estandarizada y variará de acuerdo a la edad y actividad física que realice cada persona. Las consecuencias de una mala hidratación también tendrá efectos diferenciados, dependiendo de los múltiples factores involucrados.

Mundo Médico

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