El curioso mérito de la pereza
Un artículo publicado en la revista Current Biology profundiza en una perspectiva diferente de esta condición, identificándola como una ventajosa característica del sistema nervioso central.
Para Jules Renard, desaparecido escritor, poeta y dramaturgo francés, la pereza es la costumbre adquirida de descansar antes del cansancio. Por su parte, James Watt, ingeniero mecánico e inventor escocés, cuyo trabajo fue clave en la elaboración de la máquina de vapor de agua que impulsó la Revolución Industrial, aseguró que durante su vida conoció sólo dos grandes placeres, el sueño y la pereza.
Mucho se ha hablado de ella, la Iglesia Católica la reconoce como un pecado capital, que supone la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la propia existencia, mientras que para William Shakespeare, uno de los personajes más influyentes de la literatura universal, “el cansancio ronca sobre los guijarros, en tanto que la tarda pereza halla dura la almohada de pluma”.
La lista es contundente e incluye descripciones sencillas pero igual de decidoras. Benjamín Franklin siempre creyó que la pereza viajaba tan lento que la pobreza no tardaba en alcanzarla, mirada compartida por Annelies Marie Frank Hollander, mundialmente conocida gracias al Diario de Ana Frank, para quien “la pereza puede parecer atractiva, pero el trabajo da satisfacción”.
Otros, definitivamente, sucumbieron ante ella. “Mi ambición está limitada por mi pereza”, dijo alguna vez Charles Bukowski, escritor símbolo del “realismo sucio” y la literatura independiente, fallecido a los 73 años en Estados Unidos, víctima de leucemia. Edgar Bergen, famoso actor, ventrílocuo y titiritero de origen sueco, seguramente habría estado de acuerdo con él…“la ambición no es excusa para no tener la sensatez suficiente de ser perezoso”, sostuvo.
Algunos la criticaron de forma irónica, como Jaime Luciano Balmes, filósofo, teólogo y apologista español: “la pereza, es decir, la pasión de la inacción, tiene, para triunfar, una ventaja sobre las demás pasiones, y es que no exige nada”. Claro que también se deben considerar a quienes vieron su lado positivo. En esa vereda está Walter Percy Chrysler, emprendedor estadounidense y fundador de la compañía automotriz Chrysler. Según reconoció, “cuando debo asignar una tarea pesada se la doy a un perezoso; seguro que hallará una manera fácil de llevarla a cabo”.
De un modo u otro, para bien o para mal, la pereza es una característica propia del hombre, tan propia que un grupo de científicos canadienses se aventuró a ir un poco más allá, asegurando que el hombre es perezoso por naturaleza y está programado genéticamente para comportarse de esa forma.
En un artículo publicado por la revista Current Biology, investigadores de la Universidad Simon Fraser, profundizan en esta, en general, poco valorada condición, identificándola como una facultad que no resultaría tan negativa, si se tiene en cuenta que gracias a ella el ser humano ha conseguido optimizar sus actividades y movimientos para gastar la menor cantidad de energía posible. Claro que para ser justos, no sería el hombre el “directamente” responsable de este curioso “mérito”, sino que su sistema nervioso central, el cual induciría a realizar el mínimo esfuerzo.
Los resultados del hallazgo, fruto de un estudio que abordó exclusivamente los costos energéticos de caminar, pero que probablemente puedan aplicarse a la mayoría de los movimientos humanos, fueron destacados por el académico Max Donelan. “Hemos encontrado que las personas cambian con facilidad la forma en la que andan, incluyendo características de su modo de caminar que se han establecido tras dar millones de pasos a lo largo de su vida para poder ahorrar pequeñas cantidades de energía”.
Esto es completamente coherente con el hecho de que la mayoría de las personas prefiere hacer las cosas con un esfuerzo mínimo, como cuando se elige el camino más corto o bien se opta por sentarse en lugar de estar de pie. “Aquí proporcionamos una base fisiológica para esta pereza al demostrar que, incluso dentro de un movimiento perfectamente ensayado, como caminar, el sistema nervioso central controla inconscientemente el uso de energía y de forma continua re-optimiza los patrones de movimiento en una búsqueda constante de avanzar con el menor gasto posible”, agregó Jessica Selinger, autora principal del trabajo. “Detectar y optimizar el uso de energía de forma rápida y precisa es una hazaña impresionante por parte del sistema nervioso. Tienes que ser inteligente para ser tan perezoso”, subrayó.
La investigación se propuso determinar por qué la gente se mueve de la manera en que lo hace, dado que hay un sinnúmero de formas de conseguir ir de un punto A al B. Esto es en parte una cuestión de evolución y aprendizaje, pero los científicos de Canadá querían saber en qué medida el cuerpo humano puede adaptar el movimiento basándose en la contribución fisiológica en tiempo real.
Con este objetivo, se reclutó a un grupo de personas y se les pidió caminar portando un exoesqueleto robótico, el cual ofrecía una resistencia específica si se quería llevar una marcha normal, a diferencia del menor peso que implicaba otras formas de caminar.
“Pensamos en nuestro experimento como dejar caer a alguien en un mundo nuevo con todas las reglas nuevas. Cualquier estrategia para caminar que puedan haber desarrollado en escalas de tiempo de evolución o de desarrollo están ahora obsoletas en este nuevo mundo. Este esquema permitió probar si las personas pueden detectar y optimizar el coste asociado a sus movimientos en tiempo real y resultó que es posible”, se explicó.
¿Cuál fue la conclusión final? Según los académicos de la Universidad Simon Fraser, se reveló que los individuos adaptan su frecuencia de paso para converger en un nuevo consumo energético óptimo muy rápidamente, en cuestión de minutos. Incluso las personas hacen esto pese a que el ahorro de energía sea muy bajo. “Demostramos que los costos energéticos de las actividades del ser humano no son sólo el resultado de sus movimientos, sino que en realidad juegan un papel central en su moldeado”, finalizaron.
Ahora bien, este sentido de la pereza no debe confundirse con una excesiva falta de actividad física, algo que evidentemente puede acarrear serias complicaciones a la salud, como la obesidad y su larga lista de riesgos asociados. Es, simplemente, una mirada distinta del funcionamiento del cuerpo humano. Por qué no, una perspectiva reivindicadora para quienes postulan que detrás de la tranquilidad y reflexión que ofrece la pereza, se esconde el secreto de la creación artística y la inspiración científica. Es el caso de Isaac Newton, cuyos maestros calificaban como inactivo y vago irrecuperable, pero que años más tarde respondió con las leyes del movimiento.
