El efecto boomerang de los edulcorantes
Conscientes del valor calórico del azúcar, y siguiendo las recomendaciones sanitarias, hay quienes la han sustituido por unas gotas de dulzor artificial. Sin embargo, a la luz de nueva evidencia, esta opción no es tan beneficiosa.
Te has preguntado por qué, a veces, sientes unas ganas incontrolables de comer algo dulce. La respuesta es simple: desde que nacemos, tenemos una inclinación hacia ese sabor. Sin ir más lejos, la leche materna sabe así.
Esta tendencia afecta nuestra preferencia e ingesta de alimentos, lo que influye directamente en el comportamiento con la comida. De hecho, la percepción depende de la densidad de las papilas gustativas, las diferencias genéticas o sensibilidad de los receptores del gusto e, incluso, de los constituyentes de la saliva [1].
Al alto consumo de azúcar se lo culpa de consecuencias negativas para la salud como sobrepeso, obesidad, síndrome metabólico y resistencia a la insulina, que tienen una estrecha relación con enfermedades cardiovasculares (ECV) y diabetes mellitus (DM). Todas patologías que ocasionan altos costos sanitarios por sus complicaciones y potencial mortalidad.
La "demonización" de esta sustancia ha ido a la par de la "divinización" de los edulcorantes acalóricos, una familia de sustitutos de todo o parte del contenido en azúcares de comidas y bebidas, cuyo número de miembros ha tenido su máxima expansión en las últimas tres décadas [2] y que hoy se están candidateando a un pronto “exorcismo” por su efecto paradojal.
La matriarca accidental
La sacarina, el endulzante artificial más antiguo, fue descubierta casualmente hace 144 años por el químico ruso Constantin Fahlberg. Una noche de 1879, luego de trabajar en el laboratorio de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore en Estados Unidos, volvió a su casa, se sentó a cenar y al dar un mordisco a un trozo de pan tuvo la impresión de que su sabor era extrañamente dulce. Pidió a su esposa que lo probara, pero ella no notó nada raro. Aquello que estaba edulcorado no se encontraba en el alimento, sino que en sus manos.
Volvió rápidamente a su laboratorio donde estaba analizando, junto al también químico Ira Remsen, la composición, características y reacciones del alquitrán de hulla, que era ácido anhidroortosulfaminebenzoico.
Después de patentar un método para realizar la síntesis de forma barata, montó un pequeño negocio en Nueva York para fabricar en serie el primer edulcorante artificial de la historia. El éxito lo llevó a ampliar su negocio en Alemania, donde acabó por despegar definitivamente. La escasez de azúcar generalizada que se vivió en el transcurso de las dos Guerras Mundiales hizo que su utilización se disparara para instalarse a nivel global.
Nueva directriz
Inicialmente, los edulcorantes no calóricos se popularizaron como un instrumento para perder peso, reducir los riesgos de DM y prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles (ENT). La Organización Mundial de la Salud (OMS) ofició de aval.
Sin embargo, la literatura ha revelado que estos sustitutos no son metabólicamente inertes [3] y, entre otras cosas, pueden alterar el microbioma intestinal e influir en los niveles de glucosa en sangre [4], "engañar" al cuerpo para que anhele azúcar [5], provocar trastornos metabólicos [6-7] y mayor riesgo de infarto [7] y cáncer [8].
La misma OMS, basándose en los hallazgos de una revisión sistemática de la evidencia disponible [9], publicó una nueva recomendación "condicional" sobre el consumo y desaconsejó su uso, ya que no confieren beneficios a largo plazo en la reducción de la grasa corporal en adultos o niños. Es más pueden derivar en efectos indeseables como mayor riesgo de DM2, ECV y mortalidad en la población madura.
¿Qué significa entonces este llamado? Como el acesulfamo K, aspartamo, advantamo, ciclamatos, neotamo, sacarina, sucralosa, estevia y derivados de ella no son factores dietéticos esenciales y, por tanto, carecen de valor nutricional, las personas deberían reducir totalmente el dulzor de la dieta, desde una edad temprana, para mejorar su salud.
Y ahora… qué podrá endulzarnos
Uno de los posibles perjuicios de alertar respecto que los edulcorantes no tendrían el impacto beneficioso que se pensaba es que los consumidores vuelvan a incrementar la ingesta de azúcares libres, sobre los que sí hay pruebas consistentes respecto a sus daños.
La indicación se aplica a todos los individuos, excepto a los que padecen diabetes preexistente, e incluye todos los edulcorantes no nutritivos sintéticos o naturales modificados que no están clasificados como azúcares y se encuentran en alimentos y bebidas manufacturadas, o que se venden solos para que los usuarios los añadan a alimentos y bebidas.
Deja fuera a la alulosa, tagatosa y a los azúcares alcoholes como manitol y salitol. Entonces, lo ideal sería iniciar cambios de hábitos que apunten a disminuir el sabor dulce en los alimentos utilizando otros aditivos naturales como jengibre, canela o vainilla y evitando los nueve endulzantes presentados en la guía OMS, que están en los productos empaquetados como "light" o "zero".
Como ocurre con la mayoría de las cosas, la clave está en la moderación. Tratar de bajar el umbral de dulzor artificial diario, agregando pocas gotitas al café y dejando en la categoría de “eventual” a las gaseosas bajas en calorías podría ser el comienzo de este nuevo camino sugar free.
Referencias
[1] Grimm ER, Steinle NI. Genetics of eating behavior: established and emerging concepts. Nutr Rev. 2011;69(1):52-60.
[2] Anderson GH, Foreyt J, Sigman-Grant M, Allison DB. The use of low-calorie sweeteners by adults: impact on weight management. J Nutr. 2012; 142 (6): 1163S-9S.
[3] Dugan J, Chiu JW, Shubrook JH, Young CF. What we know--and don't--about non-nutritive sweeteners. J Fam Pract. 2019;68(6):310-315.
[4] Suez J, Cohen Y, Valdés-Mas R, et al. Personalized microbiome-driven effects of non-nutritive sweeteners on human glucose tolerance. Cell. 2022;185(18):3307-3328.e19.
[5] Rogers PJ. The role of low-calorie sweeteners in the prevention and management of overweight and obesity: evidence v. conjecture. Proc Nutr Soc. 2018;77(3):230-238.
[6] Suez J, Korem T, Zilberman-Schapira G, Segal E, Elinav E. Non-caloric artificial sweeteners and the microbiome: findings and challenges. Gut Microbes. 2015;6(2):149-155.
[7] Azad MB, Abou-Setta AM, Chauhan BF, et al. Nonnutritive sweeteners and cardiometabolic health: a systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials and prospective cohort studies. CMAJ. 2017;189(28):E929-E939.
[8] Lohner S, Toews I, Meerpohl JJ. Health outcomes of non-nutritive sweeteners: analysis of the research landscape. Nutr J. 2017;16(1):55.
[9] Health effects of the use of non-sugar sweeteners: a systematic review and meta-analysis. https://www.who.int/publications/i/item/9789240046429
Por Carolina Faraldo Portus