El inesperado golpe al síndrome de Lafora
Científicos descubrieron una causa genética oculta de la epilepsia mioclónica progresiva, hallazgo que abre el camino para diseñar nuevas terapias farmacológicas.
En mayo de 2012, un equipo de científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, postulaba una nueva estrategia para el tratamiento de la epilepsia, particularmente de los cuadros resistentes a las terapias farmacológicas. Actualmente, uno de los caminos más comunes para hacer frente a estos casos es mediante una dieta cetogénica, caracterizada por ser muy baja en azúcares y alta en grasas.
Bajo este escenario, las neuronas se ven forzadas a cambiar la glucosa, su “combustible” habitual, por un tipo de subproducto de la grasa, llamado cuerpo cetónico. Esta modificación de la fuente energética afecta la excitabilidad de las neuronas, que es más alta con la glucosa y menor con los derivados de las grasas, reduciendo así las crisis epilépticas.
Pues bien, más allá de que los mecanismos que median este proceso continúan siendo una incógnita, la postura de los investigadores apuntaba a imitar los efectos de esta dieta, basándose en un trabajo, publicado en la revista Neuron, que descubrió una relación entre una proteína -que puede modificar el metabolismo celular en el cerebro- y la susceptibilidad a las convulsiones.
Sus autores observaron cómo la alteración del metabolismo puede proteger al cerebro de los ataques, por medio del papel que juega la proteína BAD (proteína pro-apoptótica de la familia de las Bcl-2), implicada en la muerte celular y que también funciona, según se determinó, como interruptor del uso de glucosa en varios tipos celulares.
En una serie de experimentos realizados en ratones -modificados genéticamente para que sus neuronas no tuvieran BAD o bien presentaran una versión de la proteína que sólo conservaba su papel en la muerte celular- se comprobó que en las neuronas también funciona como modificador de su fuente energética. En ausencia de BAD o de su función metabólica, las neuronas cambian su sustrato metabólico de la glucosa a los cuerpos cetónicos, lo cual está asociado con una disminución de la susceptibilidad a las crisis epilépticas.
Al tener neuronas que se nutrían de cuerpos cetónicos, que reducen la excitabilidad de estas células, los ratones se vieron más resistentes a la epilepsia, puesto que al modificar esta proteína se consiguió el mismo efecto que con una dieta baja en azúcares y rica en grasas, pero con la gran diferencia que se logran evitar los efectos colaterales que tiene una alimentación de este tipo.
Nuevas mutaciones
La epilepsia es una enfermedad crónica del sistema nervioso central, que se manifiesta en forma de crisis inesperadas y espontáneas, desencadenadas por una actividad eléctrica excesiva de un grupo de neuronas hiperexcitables. Con un adecuado tratamiento, dos tercios de las personas con esta patología pueden hacer una vida normal y sin medicamentos, aunque el tercio restante presenta epilepsia activa, crónica y resistente a los antiepilépticos.
Una de sus manifestaciones es la epilepsia mioclónica progresiva (EMP) o síndrome de Lafora, reconocida como una de las formas más agresivas y poco comunes de la enfermedad. Su principal característica es su aparición durante la primera infancia y su alto riesgo de acabar en una muerte temprana, presentándose mediante espasmos musculares involuntarios, rigidez muscular e inestabilidad y deterioro cognitivo.
Recientemente, un grupo de científicos identificó una nueva causa genética de este trastorno, hallazgo que fue publicado en la revista Nature Genetics. A través de una secuenciación de ADN en 84 personas con EMP reclutados para realizar el estudio, se descubrió que una mutación previamente desconocida en un gen del canal iónico de potasio, llamado KCNC1, estaba presente en el 13% de los pacientes.
Una de las grandes novedades del trabajo radica en que la mutación en cuestión no es heredada por los padres biológicos, sino que se trata de nuevas mutaciones que se producen en la división celular o en la copia del material genético. Todos los seres humanos tenemos docenas de estas mutaciones, pero rara vez causan una enfermedad.
Debido a que este tipo de mutación ocurre en un canal de iones conocido, existe la esperanza de poder desarrollar una terapia a base de medicamentos que restauren esta función. Según explica Anna-Elina Lehesjoki, principal autora del estudio y directora de investigación del Centro de Neurociencia de la Universidad de Helsinki, “hay fármacos antiepilépticos en el mercado que se dirigen a otros canales iónicos similares y el seguimiento de la investigación tiene como objetivo descubrir una manera de rescatar la función de este canal en pacientes con epilepsia mioclónica progresiva”. Todo un acierto.
