La gran brecha de la salud mental
Las dificultades y desigualdades en el acceso a diagnóstico y tratamiento de las patologías psiquiátricas a nivel planetario son alarmantes, de acuerdo al Atlas de Salud Mental 2014, publicado por la OMS.
Los avances médicos y científicos de las últimas décadas han permitido que, actualmente, el hombre tenga más expectativa de vida, lo que ha desembocado en el progresivo envejecimiento de la población y un creciente número de adultos mayores, generando inesperados y nuevos desafíos para los sistemas sanitarios.
De acuerdo al último Informe sobre la Carga Mundial de las Enfermedades (GBD), período 1990-2013, más del 95% de los habitantes del planeta tiene algún problema de salud y en muchos casos hay personas con hasta cinco enfermedades.
En uno de sus puntos, la investigación señala que la proporción de años de vida saludable perdidos por diversas dolencias pasó del 21% en 1990, al 31 por ciento en 2013. En los últimos 23 años las principales causas del deterioro de la salud han cambiado radicalmente. Así, hasta sólo dos años atrás, la artritis, los dolores de espalda, la ansiedad, el excesivo consumo de alcohol y drogas y la depresión totalizaron más de la mitad de estos problemas. Los tres últimos, evidentemente, relacionados con trastornos de la salud mental.
“El que la mortalidad esté descendiendo más rápido que las enfermedades no mortales y que prevalezcan las lesiones es otra prueba de la importancia de prestar atención al aumento de la pérdida de salud y no centrarse simplemente en reducir la mortalidad”, subrayó el profesor Theo Vos, del Instituto de Sanidad y Evaluación de la Universidad de Washington, Estados Unidos. Según el estudio, hubo un aumento en la pérdida de salud asociada con la diabetes (alza de 136%), abuso de medicación (120%), artrosis (75%) y Alzheimer (92 por ciento).
En este escenario, el cual pone a los trastornos mentales en la primera línea de los problemas sanitarios que deben ser enfrentados a nivel global, un informe emitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló cifras preocupantes. De acuerdo a este trabajo, a nivel planetario, casi una de cada 10 personas padece una patología de este tipo, sin embargo, sólo el 1% del personal de salud existente se desempeña en esta área, reflejando una brecha extremadamente amplia y difícil de abordar. Es más, aunque parezca increíble, casi la mitad de la población mundial vive en países donde hay menos de un psiquiatra por cada 100 mil habitantes.
Estas cifras son parte del Atlas de Salud Mental 2014, publicado recientemente por la OMS. Esta enorme desigualdad geográfica en el acceso a los servicios de salud mental, se traduce en que, como promedio, en el mundo hay menos de un experto por cada 10.000 personas. Esta falencia se remarca si el análisis se realiza desde una perspectiva económica. Así, en los países de ingresos bajos y medios, la tasa se sitúa por debajo de un especialista por cada 100 mil personas, mientras que en los países de ingresos altos es de uno por cada 2000 individuos.
En el informe se confirma que el gasto mundial en salud mental sigue siendo muy escaso. La mayor parte de los recursos se destinan a hospitales y centros psiquiátricos, en los que se presta atención a una pequeña proporción de las personas que lo necesitan. Los países de ingresos altos siguen teniendo un número mucho mayor de camas en estos establecimientos y tasas de hospitalización más elevadas que los países de ingresos bajos.
Desde 2011, el número de enfermeros de salud mental ha aumentado en 35 por ciento, sin embargo, la escasez de personal especializado que pueda manejar a estos pacientes de manera adecuada se mantiene, especialmente en los países de ingresos bajos y medios. Por lo mismo, la formación y capacitación en salud mental a los profesionales que se desempeñan en la atención primaria es clave para reforzar su capacidad de reconocer y tratar a las personas con trastornos mentales graves y comunes.
De acuerdo al último Atlas de Salud Mental, muchos países están avanzando en la elaboración de políticas públicas, estrategias y leyes sobre salud mental. Dos tercios de las naciones cuentan con un plan, y la mitad dispone de una ley específica sobre salud mental. Sin embargo, la mayoría de las políticas y normas no están plenamente en consonancia con los pactos internacionales de derechos humanos, su aplicación es deficiente, y las personas con trastornos mentales y sus familiares sólo participan de manera marginal en su elaboración.
En Chile, según un estudio de 2014 de la Universidad Diego Portales, la Estrategia Nacional de Salud (2011-2020) establece metas claras a alcanzar en el área mental, pero no define los métodos o mecanismos mediante los cuales se cumplirán los objetivos propuestos. El gasto destinado a salud mental en el país es menor al 3% del presupuesto de salud y se encuentra muy por debajo de lo que destinan países desarrollados, que es aproximadamente 10%. Se constata, además, que el presupuesto destinado a salud mental en Chile es insuficiente para cubrir las demandas de la población.
Otro de los aspectos indicados es la discriminación territorial en la atención. Las importantes brechas en número de profesionales y en horas de atención disponibles, así como en la distribución de estas brechas territoriales, muestran un problema de discriminación de acceso a la salud mental que coincide con la disponibilidad de recursos y la capacidad de respuesta de los municipios.
A lo anterior se debe agregar, de acuerdo a los investigadores de la casa de estudios superiores, que la actual Estrategia Nacional de Salud no menciona entre sus metas la atención especial que requieren los grupos vulnerables y, en particular, los niños y niñas. Un déficit detectado en 2007 tras una evaluación de la OMS, que ratifica que la salud de los niños depende, fundamentalmente, de sus condiciones socio-económicas; y a su vez, estas condiciones están condicionadas a la distribución de poder y recursos, siendo evidentes las brechas existentes en los municipios más pobres.
En el caso de los adultos mayores, debido al envejecimiento de la población, las demencias son la mayor causa de discapacidad. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en Chile 19.6 personas por cada 100 mil padecen demencia senil. El deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para desarrollar actividades cotidianas son los principales efectos asociados a este síndrome, lo que conlleva a que sea la causa de dependencia mental-intelectual más importante entre los adultos mayores, generando impacto físico, psicológico, social y económico, tanto en los cuidadores, como en las familias y la sociedad.
La OMS también indagó la realidad en Paraguay, determinando que en ese país apenas 2 por ciento de los médicos se dedica a la salud mental. Existen sólo 35 profesionales del área por cada 100.000 habitantes, siendo en su mayoría psicólogos, mientras que en el caso de los psiquiatras la distribución es de uno cada 100 mil personas. Asimismo, se cuenta con muy pocos enfermeros y auxiliares capacitados para atender a pacientes psiquiátricos. Igualmente escasean los trabajadores sociales y los terapeutas ocupacionales por la limitada oferta académica. El presupuesto del Estado destinado a la salud y enfermedad mental bordea el 2 por ciento.
En 2013, la Organización Mundial de la Salud puso en marcha el Plan de Acción Integral en Salud Mental 2013-2020, que tiene cuatro objetivos específicos: reforzar el liderazgo y la gobernanza en este ámbito; prestar servicios integrales de salud mental y asistencia social en entornos comunitarios; poner en práctica estrategias de promoción y prevención; y fortalecer los sistemas de información, los datos científicos y las investigaciones.
