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18 Enero 2021

La pharmakia y otras historias

El origen, desarrollo y evolución de la farmacia ha ido de la mano con la medicina. Durante siglos avanzan por veredas diferentes, pero se complementan en la búsqueda de objetivos comunes.

Los orígenes de la farmacia y medicina se remontan a la prehistoria y su desarrollo está entrelazado, impulsándose hasta los tiempos modernos. Ambas disciplinas constituyen pilares clave en la búsqueda de la salud integral del ser humano, apoyadas por otras ciencias como la biología y química y por la rápida evolución tecnológica. Sin embargo, la evidencia que las sustenta dista mucho de las deidades a las cuales se las asoció.

Brujos, chamanes, hechiceros y curanderos fueron los primeros sanadores de la historia y sus métodos incluían danzas para ahuyentar malos espíritus, preparación de pócimas y cruentas intervenciones. Sus conocimientos eran fruto de la intervención divina, pero con el paso de los años la observación y experimentación ganaron espacio.

El uso de fórmulas magistrales de plantas como el jazmín, sándalo, opio y soja, complementado con acupuntura y masajes, puede ser considerado como el origen de la farmacia, al menos en China, donde esta práctica, basada en la medicina filosófica y religiosa, se remonta a 5000 a. C.

En Mesopotamia, la enfermedad se asociaba a castigos divinos y para abordarlas se utilizaba aloe, benjuí y mirra, junto a ungüentos y perfumes. Era 2800 a. C. y las prescripciones se expresaron en el código de Hammurabi y en tablillas de arcilla de escritura cuneiforme.

Por su parte, en India afloró la medicina Ayurveda, caracterizada por una visión holística e integral del cuerpo y mente, que busca tratar dolencias físicas y cambiar hábitos para mejorar la salud. Se utilizaba coloquíntida y cannabis, elaboradas y guardadas exclusivamente por individuos pertenecientes a la casta de los brahmanes. En el libro Susruta samjitá se describen remedios vegetales producidos con más de 700 plantas, animales y minerales.

En la cultura egipcia, los tratados médicos y de farmacopea quedaron impresos en el papiro de Ebers (1500 a. C.), el cual identifica patologías oftálmicas, ginecológicas, del aparato digestivo, depresión y demencia, indicando nuez vómica, cáñamo, beleño y ajenjo, entre otros. Contaron con su propio dios farmacéutico: Anubis, cuyo trabajo era supervisado por Thot, dios de la sabiduría, escritura, música y creador de la medicina.

Según el farmacéutico de la Universidad de Salamanca (España), Luis Marcos Nogales, los griegos tenían un compendio de deidades. “Encontramos a Hecate o Pharmakis, diosa de la magia y experta en plantas medicinales, Apolo y Artemis, con poderes curativos, Asclepios Esculapio, hijo de Apolo y dios médico por excelencia que transmitió sus saberes a sus hijas, destacando Hygea, personificación de la salud e higiene, y Panacea, asociada con los remedios infalibles”.

Aparece personal especializado en la preparación de medicamentos como los pharmacópolas que comercializaban plantas medicinales; los rizótomos que las recolectaban; y asclépides que suministraban remedios en los asclepiones, templos curativos, consagrados a Asclepios Esculapio. Todo se preparaba en los alipterion de los gimnasios y los dispensaba el gimnasiarca. Para algunos historiadores, las primeras farmacias del mundo occidental.

No solamente se distinguen medicamentos de uso interno (infusiones) y de uso externo (pomadas, ungüentos), sino que también se incorpora una rudimentaria técnica: terra sigillata, mediante la cual se fabrican pastillas preparadas con una base de arcilla blanca y empastadas con sangre de cabra, según describe Dioscórides (40-90 d. C.) en su libro “De materia médica”.

En un comienzo la medicina griega se nutre del conocimiento mágico y vivencial de las culturas antiguas de Egipto y Mesopotamia, pero con el tiempo alcanza una visión naturalista y racionalista del cosmos y del hombre, situando a la enfermedad como un concepto alejado de la magia y supersticiones, dándole un tratamiento científico a su sanación.

Con Hipócrates de Cos (460-370 a. C.), la medicina logró separarse de las especulaciones filosóficas y supersticiones religiosas, proclamándose que ninguna patología provenía de una causa sobrenatural. En su teoría humoral [1] postulaba la presencia de cuatro líquidos clave en el organismo, cuyos desequilibrios alteraban el bienestar físico y mental: bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre, asociados al bazo, hígado-vesícula biliar, cerebro-pulmón y corazón, respectivamente. Era la representación de los elementos básicos que, se creía, regían la existencia: tierra, aire, fuego y agua.

Hipócrates sistematizó los grupos de medicamentos, dividiéndolos en purgantes, narcóticos y febrífugos. Para prepararlos se utilizaban vegetales, minerales y sales inorgánicas, llegando a constituir numerosas formas farmacéuticas. 

El conjunto de conocimientos que abarcaba la medicina era tan amplio que se produjo su división: medicina, cirugía y farmacéutica. Esta última pertenecía a un grupo que, prescindiendo de todo sistema dogmático, apreciaban la enfermedad por los síntomas y la combatían mediante medicamentos. Formaron la escuela empírica y sus principales líderes fueron Zofiro, Heraclio de Tarento y el poeta Nicandro, entre otros.

Otro personaje de gran relevancia fue Galeno (129-201), médico cirujano, filósofo y astrólogo, considerado el padre de la farmacia moderna. Publicó cerca de 500 libros sobre anatomía y medicina en donde describe con precisión cantidades, formas farmacológicas, dosis y posología de los principios activos que usaba. 

Durante la Edad Media los musulmanes introducen en España conceptos puramente farmacéuticos, como la destilación o los albarelos, recipientes utilizados para guardar extractos vegetales y animales. Aun así, fue una época caracterizada por el retroceso de las ciencias, ya que el culto a lo divino como herramienta de curación siguió vigente con el cristianismo y bajo la influencia de Cosme (cirujano) y Damián (médico farmacéutico), santos patronos de la medicina y la farmacia.

Algunos historiadores reconocen a los árabes como los creadores de la farmacia como profesión independiente (la primera estuvo en Bagdad, Irak) [2]. Sin embargo, la separación entre la medicina y farmacéutica no se hizo oficial en Europa hasta 1240, gracias al documento firmado por Federico II de Alemania, considerado una Carta Magna que indicaba las normas a cumplir por los farmacéuticos, además de la regulación de la preparación de medicamentos y sus precios.

En el Renacimiento la farmacia recibe un importante impulso gracias al médico y astrólogo suizo Paracelso (1493-1541), quien establece el concepto de yatroquimia, defendiendo la química como terapia. El farmacéutico ve reconocida su labor, realiza estudios propios que son examinados por el Tribunal del Protomedicato y profundiza en la farmacia como ciencia, realizando todo tipo de estudios y publicaciones. Aparece la primera farmacopea en 1498, el Recetario Florentino. Las farmacias se enriquecen con nuevas materias primas surgidas de la química y traídas de América, donde eran usadas por incas, mayas y aztecas. Destacan grandes boticarios como los botánicos alemanes Basilius Besler, Jakob Dietrich y Joachim Ralla, quien sintetizó el éter.

En el siglo XVII los farmacéuticos tienen un papel indiscutible en el ámbito de la ciencia y comienzan a dedicarse a la química con más interés. Proliferan sus publicaciones, comienzan a introducirse en las academias y asociaciones científicas, adquieren nuevos roles como formadores, investigadores o en puestos como Boticario Mayor del Rey o Boticario Mayor del Ejército. La “oficina de farmacia” separa la zona de atención al público del laboratorio y ocupa materias primas cada vez más fiables. 

En España, Carlos III (1716-1788) divide el Protomedicato en tres audiencias, correspondientes a la medicina, cirugía y farmacia, logrando esta última su independencia. Con la llegada del siglo XIX, los avances se multiplican y la farmacia se consolida. La tecnología permite la fabricación de nuevos equipos de laboratorio (pipetas automáticas, centrifugadoras, molinos) y la preparación de innovadoras formas farmacéuticas como los comprimidos, cápsulas, inyectables y supositorios. 

Las farmacias se modernizan y van perdiendo elementos que, hasta entonces, formaban parte de su idiosincrasia, como los albarelos. Aparecen los primeros medicamentos industriales. En el siglo pasado queda plenamente definido el papel del farmacéutico como profesional en todos sus ámbitos de actuación: sanitario, investigador y docente, y también nacen conceptos ligados a su quehacer como la distribución y sanidad ambiental. Finalmente, los sistemas sanitarios lo reconocen como agente de salud.

Actualmente, la farmacología juega un papel trascendental en la búsqueda de medicamentos que garanticen la salud de las personas, mediante terapias innovadoras que entreguen alternativas eficientes, seguras y de calidad. Es una disciplina moderna y en constante evolución, independiente, llena de desafíos y aliada milenaria de la medicina.

Referencias
[1] García-Valdecasas F. La teoría de los cuatro humores (O como sanaba la antigua medicina) [The theory of the four humors (or how the old medicine healed)]. Med Hist (Barc). 1991;(36):1-20.
[2] Al-Ghazal SK. The valuable contributions of Al-Razi (Rhazes) in the history of pharmacy during the Middle Ages. Journal of the International Society for the History of Islamic Medicine. 2003; 2:9-11.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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