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una indiferencia casual bajo la que ocultábamos

nuestra preocupación y frustración. Evitábamos la

presencia de los padres porque estábamos tan

poco preparadas para enfrentar la ansiedad que

ellos manifestaban durante el breve horario que

tenían para ver a su hijo a través del ventanal.

Mi permanencia en Cirugía fue dos años. De los

cuidados de esa época el que más me impactó

por lo desvalido que eran los niños; fue la

intubación esofágica vía oral en las estenosis,

dilatación que se realiza con una sonda Nélaton

que pasaba a través de un tapón de goma

perforado y que se fijaba con tela a su carita.

Dos experiencias fueron significativas, una de

ellas mi pasantía por pabellón para un curso

de anestesia, ya que como enfermera de cirugía

me correspondía administrar a los pacientes

que requerían intervención de urgencia en turno

diurno. Al menos contaba con el respaldo de

los anestesistas de Pabellón, no así mi colega

de Posta que asumía este procedimiento en

horario extraordinario y sin apoyo. A poco andar,

un comunicado del Colegio de Enfermeras nos

prohibió dar anestesia a raíz de un accidente

que tuvo una colega en otro centro asistencial.

La otra experiencia, fue el asumir a un año de

egresada la supervisión del Servicio que

contaba con la Unidad de Cirugía general.

Ortopedia - Traumatología, Quemados - Plástica y

Recuperación. Con todas mis energías y ganas de

hacer cosas enfrenté cambios importantes, entre

otros, la organización del pensionado pediátrico;

los cambios como ahora no eran bien aceptados

y el personal realizó un paro para

“Echar a la

vieja Sonia”

como lo manifestaban en sus gritos.

Recibí todo el respaldo de la Dirección Médica

y de Enfermería y permanecí en el cargo hasta

marzo de

1969

, en que fui destinada a Bronco

pulmonar, dado que Lucía Solar Pinto había

solicitado cambio. Mi ánimo se derrumbo cuando

recibí esta designación, el apogeo que había

sentido en mi gestión como Supervisora del

Servicio y enfermera de pensionado se esfumó

como por encantamiento al intentar poner en

orden mis conocimientos teóricos y prácticos

en pacientes de esta especialidad. Trabajaba

en Bronco un gran equipo de salud pero con

muy poca disposición para aceptarme.

“Que va

hacer usted enfermera de cirugía con niños con

enfermedades respiratorias”

me dijo el doctor

Rodolfo Burdach Weil, Jefe de Unidad. Nos dimos

plazo un mes para conocernos, yo demostré

mis capacidades en la atención de pacientes

y en él encontré al maestro que me formó

con una disciplina enérgica pero a la vez muy

cálida, era generoso, incansable, madrugador,

característica que me traspasó y que aún

conservo, era también un investigador constante,

actividad a la que me integro rápidamente; su

confianza fue el apoyo para crecer en el día a día.

Llegar a conocer al enfermo respiratorio y sus

necesidades exige una gran habilidad en la

valoración. En lo clínico fue un docente para

mi el doctor Andrés Varas Alfonso, quien con la

amabilidad y la paciencia que lo caracterizaba

me instruyó en las patologías respiratorias, en la

inserción y manejo de los tubos de drenaje pleural,

usando para este procedimiento sondas nelatón

número

14

y

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que preparaba perforándolas

y marcándolas según sus indicaciones previo

a su proceso de esterilización. Me enseñó a

auscultar ese tórax tan pequeñito que me

obligaba a concentrar toda la atención en lo

que escuchaba para valorar sus sonidos.

La palabra escuchar, trajo a mi memoria un