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Ha sido común a través de la historia, en diferentes sociedades y culturas, que el tránsito de

la niñez a la adultez esté marcado por un cambio en las expectativas del individuo, en relación

no solamente con las funciones sexuales y reproductivas, sino también con su

status

social, que

comprende una amplia variedad de ritos y creencias que han pretendido diferenciar socialmente

la etapa de la vida, denominada adolescencia.

Adolescencia es un término utilizado para referirse a un período de la vida en el que el ser

humano experimenta transformaciones y transiciones que lo comprometen en su integralidad:

biológica, psicológica, emocional, social e intelectual. Este proceso transformador tiene como

resultado un ser humano que ha tenido cambios cualitativos y cuantitativos en su estructura y

organización, los cuales idealmente le permitirán al final de esta etapa, caminar hacia la confor-

mación de un ser humano con identidad definida, con un proyecto personal propio y significativo,

en busca de completarse a través del encuentro con el otro.

Este proceso de cambio no obedece solo a la matriz genética y psicológica del individuo, sino

que aparecen otros catalizadores y moduladores de esos cambios, tanto en dirección a la adap-

tación como en dirección a la psicopatología, tales como factores culturales, sociales, familiares

y biográficos. Estos factores en conjunto, determinarán de modo significativo no solo la tempo-

ralidad de aparición de procesos, sino también la integración o no, de modo armónico, de las

diferentes dimensiones que se movilizan y se ponen en juego.

La etapa juvenil tiene como meta que el individuo logre desarrollar una identidad personal

positiva, realista y orientada socialmente. Durante este período se da una agudización en las

contradicciones sobre la dinámica de las relaciones internas, en la que se evidencian importantes

cambios psicológicos, biológicos y sociales, generalmente cambios bruscos, rápidos, repentinos o

demorados que provocan ansiedad e inquietud en el adolescente, todo lo cual lleva a la llamada

“crisis adolescente”, la cual es normativa. En este período son particularmente intensas las

con-

ductas límite o de riesgo

en los adolescentes, que son aquellas acciones voluntarias o involuntarias,

realizadas por el individuo o comunidad, que pueden llevar a consecuencias nocivas.

Abordajes teóricos

Teoría del riesgo

En el desarrollo de la conducta límite o de riesgo contribuyen diferentes características propias

de la edad, entre las que destacan la “sensación de invulnerabilidad” o mortalidad negada, la

necesidad y alto grado de experimentación emergente, la susceptibilidad a influencia y presión

de los pares con necesidad de pertenencia e identificación con ellos, la identificación con ideas

opuestas a los padres y la necesidad de transgresión en el proceso de autonomía y reafirmación

de la identidad, el déficit para postergar la sensación de satisfacción o considerar consecuencias

futuras (corteza prefrontal en desarrollo), y otros, como la influencia de la testosterona en hom-

bres, la asincronía del desarrollo tanto en mujeres (pubertad precoz y riesgos en sexualidad) como

en varones (retraso puberal y conductas para validación entre pares).

En el proceso, se distinguen tres etapas durante el curso de la edad juvenil, cada una asociada

a diferentes metas, temáticas, dinámicas y conductas riesgosas más características:

-

Prepubertad o adolescencia inicial: 10 a 13-14 años. Aparecen los primeros intentos de la

(necesaria) salida desde la familia al mundo exterior, comienza la tarea de adaptarse a nuevos

cambios físicos y psicológicos y la de encontrar un lugar en el grupo de pares. Etapa de inicio

de algunas conductas de riesgo, como por ejemplo, consumo de alcohol y tabaco.

-

Pubertad o adolescencia media: 14-15 a 16-17 años. El hecho central es el distanciamiento

afectivo de la familia y acercamiento al grupo de pares. Aparece identidad incipiente, con

Conductas de riesgo en adolescentes

Nour Benito O.

CAPÍTULO 13