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Estadísticas chilenas a considerar
En Chile, la población entre 10-19 años, según datos obtenidos del Instituto Nacional de
Estadísticas, al 2012, asciende a 2.716.838 personas, es decir, el 15,6% de la población total; el
52% corresponde a adolescentes de 15 a 19 años y el 48% a adolescentes de 10 a 14 años. Del
total, 51% corresponde a hombres y el 49% restante a mujeres.
Dentro de las conductas de riesgo que más destacan en esta etapa, son las asociadas a acci-
dentes y conductas violentas. La principal causa de muerte entre los 10 y 19 años la constituyen
las causas externas (accidentes, suicidios y homicidios), que para el 2010 correspondieron al 57%
de todas las causas y le siguen los tumores con un 13%; ambas causas sumadas dan cuenta de
más de dos tercios de los fallecidos.
La actividad sexual no protegida es potencialmente generadora de enfermedades de trans-
misión sexual y embarazo. La edad promedio de inicio sexual declarada entre jóvenes de 15-19
años es de 16,6 años, y el 47% de ellos declaró ya haber iniciado su vida sexual. El 22% de las
personas jóvenes que se ha iniciado sexualmente declara haber vivido un embarazo no planificado,
siendo mayor el porcentaje en mujeres que hombres, y el 14% declara tener al menos un hijo. A
este antecedente se suma el aborto inducido, donde el 4% de las mujeres jóvenes iniciadas se-
xualmente declara habérselo realizado alguna vez en su vida. Solo el 20% de los jóvenes reconoce
correctamente tanto las conductas riesgosas de contagio de VIH como las no riesgosas.
La edad promedio de inicio de consumo de alcohol en Chile es 12,6. La prevalencia de con-
sumo del último mes fue de 35% en alumnos de octavo básico a cuarto medio en el año 2009,
con un 10% de abuso de alcohol (
≥
5 vasos de alcohol en una salida nocturna), el que aumenta
a mayor curso (17% en cuarto medio). El consumo de tabaco se inicia a los 10 años, y en la
mayoría es después de los 12 años. La prevalencia de uso diario de tabaco se mantiene en 15%.
La Encuesta Nacional de Juventud 2015, arrojó que el porcentaje de jóvenes que reporta haber
consumido en los últimos 12 meses alcohol, LSD y marihuana, aumentó respecto del año 2012,
siendo esta última droga la que registró un alza considerable, pasando del 17% al 29%.
Con respecto a hábitos nutricionales, alrededor del 35% de los adolescentes entre 13 y 15
años presenta malnutrición en exceso, 28% de sobrepeso y 7% obesidad. Un estudio en la Re-
gión Metropolitana describió 8,3% de riesgo de trastorno de conducta alimentaria en población
adolescente escolar de tres colegios.
Encontramos deserción escolar (abandono de los estudios por causas distintas a una enfer-
medad aguda que justifique el ausentismo escolar) en un 6,9% de los adolescentes entre los 14
y 17 años y un 30,7% entre los 18 y 19 años.
Estadísticas de suicidio y salud mental desarrolladas en capítulo correspondiente.
Plan terapéutico
Aquellas estrategias que están validadas como más efectivas hacen hincapié en la
prevención
con enfoque en más de una temática problemática a la vez y se refieren a programas comuni-
tarios, entrenamiento en habilidades sociales, incorporación de la familia con fortalecimiento
de las relaciones de los subsistemas, espacios de participación juvenil y especialmente atención
individualizada e intensiva con identificación precoz de posibles problemas y tratamientos eficaces.
La
exploración de riesgos
debe ser global y se debe identificar la frecuencia y severidad de
las diferentes conductas para poder distinguir entre experimentación inicial, riesgo moderado o
alto. Este punto es muy importante, considerando conductas prevenibles.
Identificación de factores protectores o fortalezas
, básico en la prevención de riesgos
y la promoción de salud. Esta aproximación es congruente con las guías Bright Futures para la
supervisión de salud y ha sido destacada por la OMS. Las guías proponen evaluar las tareas del
desarrollo adolescente con esta mirada, preguntando acerca de lo que está funcionando bien
en el paciente y su familia para así obtener información acerca de hábitos, cualidades, valores y
habilidades del paciente, además de recursos familiares y comunitarios que apoyen su desarrollo.