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capítulo 1: Ética, Derechos y Deberes

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valores, creencias, cultura, y atendiendo al principio de prever y evitar causar daño, recomienda

un curso de acción que incorpore su visión, implementa la decisión acordada, comunicando las

etapas del proceso (decisión compartida: técnica y valórica).

Se debe recordar que la adecuación de tratamientos constituye una buena práctica clínica y

que se debe mantener siempre el apoyo y orientación del médico/equipo al paciente y familia. La

toma de decisiones no es un paquete de medidas a limitar, sino que se pondera cómo cada trata-

miento sirve a los objetivos terapéuticos del paciente. Se debe limitar lo inefectivo respondiendo

a un deber de justicia, de hacer un uso eficaz y eficiente de recursos.

Medidas de adecuación de tratamiento

Apoyo a paciente y familia

Orden de no reanimar

Analgesia y sedación

No más procedimientos diagnósticos

Medidas de confort

No más procedimientos quirúrgicos mayores o menores

Acompañamiento, guía a subrogantes

No más exámenes de laboratorio ni imágenes

Favorecer espacios de privacidad

No iniciar nuevos tratamientos

Apoyo emocional

No iniciar diálisis

Cuidado espiritual

Suspender antibióticos

Apoyo en el duelo

Suspender drogas vasoactivas

Mostrar disponibilidad y tiempo

Retiro de nutrición artificial

Fundamentos éticos de las decisiones al final de la vida

“No todo lo técnicamente posible es éticamente correcto”.

El fundamento principal para la limitación de tratamientos al final de la vida, es el principio de

no dañar: “

Primum non nocere

”, previendo los posibles daños y evitando la obstinación terapéu-

tica, que consiste en hacer todo lo posible para prolongar la vida y evitar la muerte, independien-

temente de sus cargas, sufrimientos y costos. (Real Academia de Medicina de Cataluña, 2005). Se

basa en un juicio clínico que pondera que más intervenciones sólo prolongan el proceso de morir

y aumentan el sufrimiento (“futilidad

vs

proporcionalidad”).

En las sociedades y culturas modernas, existen dificultades para incorporar el morir al

proceso de vivir, como algo natural y consustancial a la naturaleza humana. Los equipos sani-

tarios son partícipes de la misma cultura y encuentran dificultades en aceptar la muerte como

límite de la vida humana, pero se debe avanzar en la comprensión que no toda muerte en una

persona menor es una muerte evitable, prematura, y recordar que la fuerte preeminencia del

cuidado de su vida, no debe opacar en situaciones de final de la vida, el debido respeto a la

dignidad de la persona humana y el deber de procurar una muerte tranquila, no medicalizada,

si es posible en su hogar y acompañada de aquellos con los que ha convivido.

Tomando decisiones oportunas y compartidas

La base fundamental de la toma de decisiones son buenos hechos clínicos, estos son la base

de una buena decisión ética. En pediatría, hemos avanzado en precisar diagnósticos pero hacer

un pronóstico es más difícil, porque contamos con menor fundamento en la evidencia y se debe

considerar el proceso de desarrollo evolutivo del niño, lo que determina una mayor incertidumbre

en su recuperabilidad. Debemos balancear riesgos y beneficios de cada tratamiento, y de no tratar,

probabilidad de éxito del tratamiento, beneficio para el paciente y cómo se evitará dañarlo; evitar

sesgos en la valoración de la calidad de vida actual y futura del paciente por el riesgo o situación

de discapacidad, ya que la calidad de vida es una valoración subjetiva (el estado neurovegetativo

permanente, las raras situaciones de dolor y sufrimiento intratables, daños neurológicos severos sin

autoconciencia son condiciones en que la mayoría de las personas no desean vivir); es importante

incorporar también en la reflexión situaciones de contexto como factores económicos, motivos